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Tras la rendición del Ejército Alemán y del Imperio del Japón en mayo y septiembre del '45 respectivamente, creí que los conflictos cesarían. Al menos no en un orden político, desde luego. Los países del Báltico pasaron a pertenecer a la Unión Soviética luego de la guerra. Las hostilidades y procesos de los regímenes de la región, no lograron favorecer la idoneidad de una visita turística. Italia, por su parte, permanecía conmocionada por la destrucción de ambas invasiones.

La impetuosa necesidad de conocer el presunto y fundado sitio que venían, de generación en generación, disimulando los Staučė, se manifestaba día a día en mi anhelo. Debía ser aquello una culminación para el espíritu. Mi abuelo nunca más había vuelto a su tierra. Se debía proyectar su tarea a través de mí; así también sentí una obligación ética, una responsabilidad de la sangre.

Mi padre, que había estado en Švenčionys, pero no específicamente en el Río Neris, me confesó que en no pocas oportunidades le atrajo la idea de cremar los restos de mi abuelo y esparcirlos en donde sea que sin lugar a dudas haya nacido. Luego le intimidó la idea de separarse para siempre de lo que quedaría. No tendría nada material de su pasado en su proximidad para rendirle unas lágrimas y unas flores. Luego, acertar la exacta casa en la que sin dudas mi abuelo haya nacido, sería inasequible. Mi padre supo que vivía en Švenčionys. Punto. Tenía la pobre referencia de una iglesia en cierta calle, pero ello era todo. Por estas razones concluyó descartando la ocurrencia.

Al reconocer el escenario europeo de finales de 1945, me sometí a la resignación. Las posibilidades de dar con el lugar de mis mayores se disminuían, si no es que eran nulas. De a poco fui sintiendo mi designio como lejano en el océano, con la pobreza remota de lo inverosímil, con la esencia de un exánime sueño que se dilataba hasta una muerte que no ocurría.

Por otra parte adquirí el cuadro que los Rivarola me habían obsequiado. Al día siguiente, para menor demora de la cortesía, fui hasta Rodríguez Peña. No llovía, pero el clima conseguía que se sintiese lo nublado en las luces y en las presentaciones de los ambientes techados. Me recibió el padre, que con el tiempo sabría que se llamaba Pascual. Me reconoció inmediatamente. Yo conjeturé que se debía a que no muchos rostros de clientes habían hecho difuminar mi rostro de su examen; el local permanecía en una desolación casi idéntica al día anterior. Mi recuerdo del local se fue modificando al ir agregando un nuevo testimonio a la primera impresión causada por el mero acto de percibir cosas: al adentrarme a un sitio obtenido en los sentidos una sola vez, fui alterando la medición de los sentimientos, razonamientos y cálculos. No importa que una silla haya estado en un sitio que no estuvo. El hecho de que sucedan las cosas de un pasado hacia un futuro repercute en las sensaciones del recuerdo. Yo miraba las cosas y las redescubría. Ahora me sentía no un extraño, sino alguien con quien habían compartido una misma fracción del día anterior, y aquello no era insignificante para tres personas.

Emilio, envolviendo el cuadro, me dio charla. No sé de qué hablamos al comienzo. Como en cualquier introducción con otra persona, sé que traté de acercar los puntos en común y evitar los puntos antagónicos de sus opiniones en la conversación. Con la frecuencia uno va fraternizando con las convicciones y oposiciones del otro. En un punto dado me resentí en la disminución, porque él había hablado y comentado más de lo que yo había hablado y comentado en lo que fuera que estábamos argumentando. Lamento mencionármelo, pero me inundó una exultación gratísima al inducir que él estaba solo y sin nadie con quien hablar. En contraparte, la sospecha me provocó una piedad que no había sentido el día anterior al incurrir en la misma desazón. Esa piedad concluyó por amistarme en verdad con Emilio. Y no me lo prometí de un modo definitivo, dado que creí que no lo vería más. Pero, de algún modo, nos seguimos frecuentando y paulatinamente fuimos trabando amistad.

Lo triste de la lunaWhere stories live. Discover now