Amor de Meteoritos [Pausada]

15. La visita de Jiang Chen (pt.2)

El sábado, a tempranas horas de la mañana, Chen Xiaoxi se vistió para la cita.

Después del gran drama que tuvo para elegir la ropa que usaría, se enfocó en arreglar su cabello (ya no era tan corto como antes, al menos ahora ya le llegaba a la barbilla).
Se hizo media coleta y peinó un poco su flequillo para que se viera diferente a como solía usarlo a diario.

Después, creyó que era tiempo de empezar a usar algo de maquillaje. Ya casi cumpliría los dieciocho, ya empezaba a ser tiempo de experimentar con labiales y delineadores.

Buscó entre sus cosas y no encontró ni siquiera un brillo de labios.

¿Qué le hice al maquillaje de mamá? Se preguntó haciendo memoria de la última vez que lo usó. Mas sin en cambio, no pudo recordarlo.

Escribió un mensaje de texto urgente a Ye Muxi. Necesitaba aunque sea un brillo de labios.

Ye Muxi: tengo un lipstick, te sirve?

Chen Xiaoxi: sí! Voy por él, te puedo encontrar en la esquina?

Ye Muxi: voy para allá.

Salió en silencio de su casa y llegó a una buena velocidad al punto de reunión.

Su amiga ya estaba ahí y al verla, extendió el lipstick.

–Te ves muy bien.

–¿Lo crees? ¡Gracias! Pasé horas buscando qué ponerme.

–No sé por qué, pero te creo. Sólo déjame aconsejarte algo... –Ye Muxi se acercó a ella –si el tipo no trata de robarte un beso, o tan siquiera te dice que luces guapa, alejate y olvídalo ¿Entendido?

–¡Mn! –asintió Xiaoxi riéndose.

–Lo habló en serio. Deja que esta vez sea él quien te busque.

–Ya entendí. Debo irme. Nos vemos el lunes.

Regresó a su casa tan pronto como pudo y terminó de arreglarse.
Los chicos en la habitación continúa seguían acostados. Se habían despertado hacía un buen rato, mas sin en cambio ninguno decidió levantarse y miraban las últimas noticias que aparecían en Weibo.

Xiaoxi aprovechó ese tiempo para terminar de prepararse y después desayunar agusto, sin pena a qué Jiang Chen la viera comiendo de más

–Nos vemos al rato tía –se despidió Gu Wei.

Salieron de la casa y se dirigieron al estacionamiento. El señor Chen les había prestado su automóvil y sería más fácil para ellos desplazarse de sitio a sitio (aún tenían que ir por Lin Zhixiao).

Un rato después, los cuatro iban cómodamente viajando hacia el parque de diversiones. Y una vez que llegaron ahí, Xiaoxi bajó corriendo para formarse en la fila de entrada.

–Xiaoxi, ¿Eres tú la que va a pagar? –preguntó amargamente Jiang Chen.

–No –con tristeza, se retiró de la fila y dejó el paso a Jiang Chen, que para sorpresa de él, Gu Wei le quitó su lugar.

–Yo pago –dijo el mayor. Xiaoxi recuperó la sonrisa de antes, pensando que su primo era el mejor.

La verdad es que, después de ver aquella actitud de Jiang Chen, se disgustó muchísimo con el alto. Su prima no lo había molestado, ¿Por qué tomar esas actitudes con ella?

Gu Wei sintió una mano acariciarle el brazo mientras esperaba las entradas. Se giró para mirar a su novia, que lo observaba con tranquilidad. Entonces, sólo así se relajó.

Ye dentro del parque, al principio Gu Wei se cohibió junto a Jiang Chen, aunque a medida que cambiaban de juegos y se divertían, olvidó el asunto.
Jiang Chen sí pareció darse cuenta de las actitudes del mayor, pero se hizo el discreto tratando de llevarse normal con él.

–Me gustaría subirme a ese con mi prima únicamente –comentó Gu Wei más tarde, refiriéndose a la rueda de la fortuna.

–¡Sí! ¡Sí! ¡Vamos primo!

Xiaoxi corrió a formarse y detrás de ella su primo. Tal vez sería algo incómodo para Zhixiao quedarse con un tipo tan callado y tímido como Jiang Chen, pero esta vez no le importa. Necesitaba estar a solas con su prima.

–Xiaoxi, ¿Puedo preguntarte algo? –comenzó a hablar el mayor cuando la canasta en la que iban comenzó a subir.

–Por supuesto.

–¿Recuerdas cuando me contestaste tu amor por Jiang Chen? ¿Hace cuánto fue? ¿Ocho años? ¿Aún vivía yo aquí?

–No, fue hace diez. Yo tenía ocho años y tú ibas a entrar a la universidad.

–Cierto. Ya recordé –con sentimiento, sonrió un poco y después se puso un poco más serio–. Entonces, ¿Llevas diez años intentando conquistar a Jiang Chen? –Xiaoxi asintió con la cabeza  –¿Y él? ¿Él te ha correspondido alguna vez?

Aquellas palabras fueron como un balde de agua fría directo al corazón de Chen Xiaoxi. Dejó de mirar a la gente del parque, que ahora se veían como hormiguitas, y la sonrisa que tenía en su rostro se esfumó en segundos.

–Xiaoxi, ¿Hoy te dijo que te ves linda? ¿Se dio cuenta que tu cabello ya está largo y que decidiste usar gloss para los labios? ¿Al menos intentó ser más amable después de lo qué pasó en la taquilla? –una pequeña lágrima comenzó a resbalar de los ojos cristalinos de Xiaoxi –El amor a veces es duro. Creo que tengo experiencia de sobra en eso. Pero no tienes que soportarlo todo. Sí él no te responde tus cartas, deberías dejar de escribirle.

Gu Wei se inclinó un poco para quitar las lágrimas de su prima y después, de su bolsillo, sacó un chocolate. El favorito de Xiaoxi.

–Soy tu hermano mayor. Se supone que debo protegerte, pero del amor nadie puede hacerlo. Sólo quiero darte ese consejo, Xiaoxi, ¿Lo tomarás? –una vez más, Xiaoxi asintió con la cabeza, sin mirarlo.

–¿Cuánto tiempo te costó encontrar a Lin Zhixiao? Es decir, ¿Cuántas chicas estuvieron antes de ella?

Gu Wei se quedó pensativo. Esa era una pregunta que en definitiva no responderían con sinceridad alguna. Pero tampoco dejaría a Xiaoxi sin respuesta.

–Sólo puedo decirte que fue ella quién me encontró –una sonrisa forzada recorrió su rostro y miró a su prima.

Xiaoxi miró aquella sonrisa y se dio cuenta del secreto que probablemente podía ocultar su primo.

–¿La amas de verdad?

Ahora era él quien se sorprendió más.

–¡Claro que sí! –respondió nerviosamente –Incluso quiero casarme con ella.

La rueda de la fortuna terminó su recorrido y Gu Wei fue el primero en bajar de la canastilla, dándole vuelta al tema.

–Sólo piensa en lo que te dije, ¿Podrás? –le dijo a su prima antes de volver a reunirse con su novia.

Xiaoxi los observó y se dio a ella misma dos tareas:

1. Descubrir los sentimientos de su primo.

2. Dejar de escribir cartas a alguien que no sabe leer.