Capítulo 7| Venganza al creador.

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VENGANZA AL CREADOR.

Todo era normal. Las ventanas, la puerta, el color de las paredes... todo era tal y como lo había visto Maia la última vez que entró por esa puerta. ¿Dónde había quedado el humo, la destrucción y los desastres? No parecía, para nada, que su casa se hubiera incendiado. Aquello la hacía dudar, ¿acaso lo había soñado? Ella recordaba muy bien el sentimiento de desesperación y la asfixia. ¿Por qué aquello no se reflejaba en la fachada de su casa?

—Usan ilusiones —Maia llevó su mirada hasta Jeremiel— así ningún humano sospechará.

—¿Entonces en realidad no está así?

—Al entrar nos daremos cuenta.

Maia miró sus manos. Se encontraban sobre el volante, sus nudillos estaban blancos de la fuerza que ejercía al tomar el volante. Era genial que Alena aun guardara su auto en el garaje y que Maia aún recordara cómo manejar, de lo contrario aún se encontrarían varados en el transporte público.

—¿Cómo sabes tanto? —cuestionó ella. Cuando más atrasaran la entrada a su casa, más fácil le seria procesar el asunto— Sabias que vendrían por ti, sabias que existen demonios que asesinan ángeles, sabes sobre ilusiones y esas cosas que haces para meter pensamientos en mi cabeza. ¿Cómo sabes tanto si se supone es tu primera vez en la Tierra?

Las preguntas habían salido de la nada. Si él decía ser un ángel tendría respuestas convincentes para ella.

—Pasé toda mi vida en el cielo estudiándolos —contestó Jeremiel— mi padre decía que cada vez era más peligroso enviar de sus hijos a la Tierra. Me intrigaba. Estudié lo suficiente el comportamiento humano, también a los demonios.

—Quieres decir que no tenías nada que hacer allá arriba.

El rostro de él enrojeció. ¿Qué era lo que sentía? ¿Vergüenza?

—No me permitían hacer nada —confesó al fin.

Maia miró el rostro de él.

—¿Por qué? —indagó ella.

Jeremiel reprimió un suspiro. Luego, aun con ese sentimiento de angustia en su pecho, miró sus manos. Nunca había ayudado en nada; cada ángel tenía una vocación, un camino. Él nunca lo tuvo.

—Todos sabían que mi sangre era diferente —inició— no me rechazaban, eran bondadosos conmigo, pero podía sentir el miedo en ellos. Había llegado del inferno, ¿quién no temería de mí?

Miró a Maia. Ella lo escuchaba con atención.

—¿Cómo saben los demonios que estabas aquí? —inquirió Maia.

—Ellos al igual que nosotros tienen sentidos agudizado —contestó— cada que un ángel o demonio está en la Tierra, los demás lo pueden sentir. Mi sangre es como un imán.

—¿Nosotros?

Claro. Ella aun no le creía. Jeremiel la miró por un instante. Intentaba ver a través de toda aquella distorsión que había sobre ella. ¿Era un ángel? Seguía con la duda.

—No sé qué seas, pero si logras ver a puros no tengo otra explicación más: tus padres son puros, tú igual.

—¿Y mis hermanos? —preguntó ella con miedo.

Jeremiel negó.

—Nacieron en la Tierra. No tienen la bendición.

Él salió del auto. Dejó a Maia asombrada, con la boca abierta. Tenía más preguntas. ¿Ella había sido bendecida? Si le respondía esa pregunta podía ceder un poco más y hasta llegar a creerle todo ese cuento sobre el cielo y el infierno. Le era frustrante. Por lo que, tomó un suspiro largo y salió del auto. No le habló a Jeremiel, tan solo caminó hasta el porche de su casa y tomo la perilla de la puerta.

SANGRE #1 ✅Where stories live. Discover now