Capítulo 13| Los ángeles también pecan.

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LOS ÁNGELES TAMBIÉN PECAN.

—Los Grigori fueron los primeros ángeles en poner pies sobre la Tierra. Se dice que su misión era vigilar a los humanos, evitar muertes como las de Caín y Abel. Evitar tragedias que corrompieran a la vida humana. Un trabajo muy mundano para seres celestiales. Aun así, tanta divinidad quedó cautivada por las hijas de los hombres. A lo que, dejando atrás la misión que les había concedido su padre; se enamoraron y tuvieron hijos Nephilim.

Eos recorría a los presentes con la mirada.

—Según los demás puros, se quedaron en la tierra para enseñar a los humanos sobre las guerras.

—¿Qué nos quieres dar a entender?

Jeremiel, quien apoyaba su espalda en una de las estanterías, fue el único dispuesto a hablar. Los demás, guardaban silencio y admiración por la atrayente manera en la que aquel demonio relataba sucesos de un pasado no muy ajeno a ellos.

—No crean que son los primeros puros en pisar la Tierra —contestó Eos a Jeremiel— lo que llega a resumir que tampoco ni yo, ni los demás demonios, somos los primeros en pisar la Tierra. Eso que me han dicho sobre la sangre de puros, no es más que un mito.

—No es un mito que los demonios han asesinado a puros por años —declaró Cielle con rudeza.

Eos llevó su mirada hasta la morena.

—¿Tienes pruebas? —cuestionó él, desafiándola— ¿O partes tan solo de todos los cuentos que te han hecho creer desde pequeña?

Los ojos color chocolate de la chica brillaron con rabia. Estaba a instantes de enterrar la espada de su padre en el pecho de ese ser detestable que no merecía vivir.

—Y aunque así fuera —intervino Maia en la batalla de miradas. Con preocupaciones distintas de los contrincantes— ¿qué otros seres serían capaces o sabrían de los beneficios provenientes de la sangre pura?

—Los humanos son codiciosos —contestó Eos— si pueden asesinar por la más mínima cosa, supongo que también lo harían por una sangre que les provee la vida eterna.

—Aun así no tiene la fuerza para enfrentarse a nuestra divinidad —concluyó Suriel.

Maia quién aun no tenía conocimiento avanzado sobre ángeles y seres mitológicos, miró a Suriel en busca de más respuestas. El menor de cabello con rulos tocaba el borde de los libros empolvados.

—Las especulaciones no nos llevan a la verdad —dijo Jeremiel, volviendo de sus pensamientos—. Ya sea porque te incomoda hablar de los tuyos como los malos o que ellos en realidad no sean los culpables, tenemos un punto fijo: encontrar a aquellos que han asesinado a puros y que se han llevado a Micaela y Arael.

Jeremiel miró a Maia al mencionar los nombres. Ella le agradeció en silencio con una sonrisa por no olvidar cual era la razón de estar ahí.

—Bien —continuó Eos— según ustedes los demonios necesitan de sangre pura para vivir. Lo cual, les alarga la vida, pero poco a poco los mata. Algo ilógico, a decir verdad.

—¿Alguna otra razón para la que necesitarían de la sangre? —inquirió Jeremiel.

Eos lo pensó por un instante. Todos vieron como caminaba por la estancia en busca de una respuesta a esa pregunta. Los cuatro jóvenes presentes intercambiaron miradas, aun dudosos de la ayuda que aquel demonio podía darles.

—Eres un condenado —Eos había notado la marca en el cuello de Jeremiel— ¿cómo escapaste?

Una incomodidad notable se instaló en el rostro del joven. Sus ojos bicolores cambiaron a un color oscuro. Maia fue la única que lo notó, ya que, de todos, era solo ella quien había detallado con tanto lujo esas dos perlas contrarias de color una a la otra.

SANGRE #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora