Capítulo 31| No soy un ángel.

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NO SOY UN ÁNGEL.

La brisa gélida se escondía imperceptible en los huecos de sus cuellos; detrás de la oreja, en la curva de las mejillas y cuando encontraba la oportunidad, se deslizaba por dentro de sus abrigos gruesos, de doble forro, para crear escalofrío en la espina dorsal y una nueva manía en la que, frotarse las manos contra el rostro, les generaba calor.

El frio era drástico, y más cuando ninguna pared los dividía del exterior. De los tres jóvenes sentados sobre el suelo frio de una torre sin paredes más que unos pilares que sostenían el techo, Jeremiel era el único que no prestaba atención a Aergia, quien tomaba nieve entre sus manos ya rojas de tanto frio.

—Debes dejar esos nervios atrás.

La mujer limpió sus manos en su túnica marrón y se acercó con pasos silenciosos hasta el circulo de cojines, la brisa la hacía sonreír mientras le sonrojaba las mejillas. Se sentó frente a ellos, de espaldas al gran abismo de piedra gris y senderos blancos.

—Deberán mantenerse tranquilos, pero atentos a todo lo que diga —no dejaba de sonreírles, aquello incomodaba a Cielle, tanta alegría le asfixiaba— como ya les he dicho, hoy aprenderán a conectar sus espíritus, esto les ayudará lo suficiente para que sus poderes y fuerza crezcan.

De una de sus mangas sacó un mazo de cartas y las extendió. Sobre el suelo se podían ver ilustraciones que dejaban claro que aquellas láminas no eran para un juego. Sino que, para leerlas tal y como mandaba el tarot.

—Las cartas del tarot pueden llegar a ser mal vistas o hasta mal empleadas en el bajo mundo —les explicó— aun así, no todos pueden llegar a hacer su lectura debido a que, para hacerlo, se necesita una comprensión espiritual, la cual, nos permita identificar el verdadero significado de las cartas.

Con sus manos de dedos arrugados comenzó a barajar el mazo. Acariciaba las láminas como si toda su vida dependiera de ello, lo cual se reflejaba en lo bien cuidadas que se encontraban. Al acabar dejó el mazo en el suelo. Luego, con toda la tranquilidad y paz del mundo tomó la mano de Jeremiel.

Él no entendía muy bien qué sucedía, la única necesidad en ese instante era el entender por qué Maia no se encontraba ahí, con ellos tres, viendo como una desconocida se tomaba la confianza de tomarle la mano y sonreírle con ternura.

—Divídela en tres y luego toma tres cartas, las interpretaré por ti.

—No entiendo como esto nos servirá en la recuperación del cielo —Cielle rompió el silencio con frustración— hay cosas mejores que hace como aprender los puntos débiles de los demonios, leer planos, no sé, cosas más importantes que leernos el tarot.

Aergia ignoró su ataque de rabia, y con un asentimiento de cabeza instó a Jeremiel.

—Toma las que más te llamen la atención.

Sería normal que la sugerencia lo confundiera, después de todo las cartas eran iguales por la parte trasera. Aun así, cuando fijó su mirada bicolor sobre las cartas, notó como un picor se instalaba en la punta de sus dedos, guiándolo a las primeras tres de la segunda fila. Al tomarlas, Aergia las descubrió dándoles la vuelta.

—El sumo sacerdote —leyó la mujer ante la primera carta. Un hombre de gorro clerical, trono de hierro y bastón imponente, se encontraba inmóvil en el revés de la lámina— tu padre... él te espera, lleva años haciéndolo. El sumo sacerdote representa muchas cosas, entre ella al padre, y esta energía... es fuerte, él te espera.

Sin decir nada Jeremiel guio su mirada a la segunda carta.

—El colgado —un hombre de cabeza al suelo, con los pies arrollados de un árbol, miraba con fijezas hacia la nada. Aergia tomó la carta entre sus manos y la acercó a su rostro— habrá un sacrificio sin fruto, una decisión incorrecta que deberás tomar quieras o no. Para entenderlo debes profundizar en ti mismo.

SANGRE #1 ✅Where stories live. Discover now