Epílogo.

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18 𝚍𝚎 𝙰𝚋𝚛𝚒𝚕 𝚍𝚎𝚕 2024.

El año pasado, días antes de cumplir treinta y nueve años, me pregunté si lo que estaba haciendo en ese momento, era lo que realmente quería y si la realidad que le estaba dando a mí hijo, era lo que me imaginaba para él. Todas las respuestas que encontré a esas preguntas fueron un no.

Como en Argentina no había algo, o alguien que nos amarre a quedarnos en el país, tomé la decisión de irnos a vivir con Bastián a España.

Miqueas no fue un problema, ya que después de esas amenazas, hace dos años atrás, me inició el juicio y el juez me dió la tenencia completa de Bastián, osea que Miqueas ya no es un impedimento y no era nadie en nuestras vidas.

En España nos esperaba una nueva realidad, pero rodeados de las mismas personas de siempre: Lucas, Guchi, Bauti, Mía, Jorge, Enzo, Pía, Enzo Santiago, Caro, Mati y Juan Cruz, hijo de tan solo tres meses de mi mejor amiga y el ex 9 de River

Sí, así como leen, Matías y Enzo decidieron, en diferentes tiempos y por diferentes motivos, dejar de jugar al fútbol. Y ambas familias se fueron a vivir a España, hace ya un poco más de un año aproximadamente, dejándonos a Bastián y a mí solos en Buenos Aires.

Lucas jugó muy poco tiempo en el equipo italiano Fiorentina, y el Barcelona, lo ficho para su equipo, por lo que él, Guchi, Mía y Bauti también vivían en España.

Hace un poquito más de un año vivimos con Bastián en España. Yo me dedico a ser "Influencer", claramente Carolina me jode todo el tiempo con ese título, porque detesto la palabra "Influencer", pero me hice conocida por subir videos de maquillaje e ideas para outfits para diferentes ocasiones a Instagram. Se ve que la gente le copó mi onda, el estilo o la idea (que bastante quemada estaba) ya que contaba con más de medio millón de seguidores, un montonazo.

Cuando me maquillaba y grababa el video, o preparaba los outfits para ocasiones "X" (que siempre que me maquillaba, por ejemplo, para una cita, la única cita que tenía era con el sillón, Netflix, helado y mi hijo) Claramente cuando terminaba de grabar y le sacaba todo el jugo al maquillaje y al atuendo, sacándome fotos o filmando videos, me desmaquillaba, me ponía el pijama y capaz, me acostaba a dormir.

Sentía una felicidad plena. Sentía una felicidad que ni estando en un aula, delante de treinta chicos explicando todos los años lo mismo, me daba. Acá, en esta nueva etapa, podía ser yo. No me tenía que contenerme de nada, podía decir lo que quería, desde malas palabras a las cosas mas desubicadas, y recibía amor y apoyo de gente que nunca había visto en mí vida.

No podía creer que en un año, capaz más, capaz menos, mi vida cambió tanto, de vivir en Argentina, a vivir en España. De trabajar en un trabajo que me llenó hasta un cierto punto y después no me dí cuenta cuando dejé de disfrutar ir al aula, y encima, y lo peor de todo, cobraba una miseria; a trabajar de algo que ahora me llena muchísimo mas que ser maestra, y que gano hasta el quíntuple del sueldo que tenía como seño en argentina. Realmente no me podía quejar.

Además, vivíamos todos en el mismo barrio español. Este nuevo trabajo había hecho también que mi ingreso aumente considerablemente. Por lo que me pude mudar a una cass en el mismo barrio que mis amigos. Yo lo sentía todo un logro.

Bastián iba al jardín, salita de tres años, el estaba chocho, seguía viéndose con sus amigos de argentina y ahora había hecho otros amiguitos en su jardín. Verlo todos los días con una sonrisa en la cara me llenaba el corazón y sentía, en el fondo, que todas esas veces que iba al juzgado súper temprano para luchar por la tenencia de mí hijo, habían valido la pena. Que haber tomado la decisión de dejar la vida argenta que teníamos, para venir a vivir a España había sido un atino. Todo, al final, fue un atino, por más que la haya pasado para la mierda.

Reina ; Nacho ScoccoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora