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¿Esto era literalmente el cielo o como es que tengo tanta buena suerte?
Si bien ya habían dicho que se mudarían a la casa de alado, aún tenían que esperar la limpieza y remodelación por lo que mis padres no dudaron ni un segundo el ofrecerles nuestro hogar para quedarse unos cuantos meses.
Internamente yo tenía una fiesta.
Habían pasado ya los primeros tres días y he de admitir que no hemos hablado en lo que a mí respecta.
Desde aquella vez afuera del baño.
Parecía desinteresado y a mi que se me caía la baba cuando lo veía por las mañanas y tardes con un elegante traje de diseñador, un peinado perfecto y un perfume que me derretía las entrañas.
Justo ahora lo estaba mirando con sigilo desde la sala, era viernes por la noche. Él, Bryan y mi padre jugaban pokar mientras bebían ron o algo así en la mesa del jardín trasero.
Me encontraba bajando las escaleras en busca de un vaso con jugo, usando mi clásico atuendo favorito.
Una sudadera dos tallas más grande y unas simples bragas.
Justo al llegar a la puerta de la cocina, me topé con el susodicho.
La víctima.
No dije nada, solamente me limité a entrar e ir por la bebida, observando desde el rabillo del ojo todos sus movimientos.
Recordé que la tarde previa, había dejado junto a la isla una cajetilla de cigarros, era lo que buscaba junto con tres copas.
Saqué el jugo de la nevera, pero los vasos quedaban junto a las copas...
Así que no me quedó más remedio que ir y tomar uno por mi cuenta.
Ahora es cuando.
Me paré de puntillas corrompiendo su espacio personal logrando que así, mi pobre trasero rozara ligeramente con su entrepierna y mi sudadera se levantara al inclinarmd por el vaso.
Se aclaró la garganta.
En silencio mordí mi labio inferior regresando a mi puesto al otro lado de la cocina, con una tonta y divertida sonrisa en la cara por no saber cuál sería su reacción ya que le estaba dando la espalda.
Vertí el poco de jugo en el recipiente de cristal y terminé guardandolo nuevamente, decepcionada por no haber obtenido nada.
