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Grace
Impactante es saber todo lo que está gente demente que dice ser mi familia, ha hecho durante los últimos veinte años.
Las atrocidades, los negocios en los que desean involucrarme.
No es que me de miedo, o no pueda sobrellevarlo. Solo no siento que sea la persona correcta para manejar asuntos tan delicados como esos.
No tengo el material.
Ahora me encuentro aquí, "durmiendo" en un lugar desconocido, con personas desconocidas que resultan ser mis parientes.
La misma habitación la comparto con Lena, a quien tuve que explicarle quién era cada persona. Disculparme con ella por el trato de Shane, dejó marcas en su cuello. Al final entendió que estaba preocupado, quizás yo habría actuado igual.
El insomnio es mi peor enemigo, las angustias y lo que pasó recientemente con Niall, el saber que mi hermano y mi abuelo nunca estuvieron muertos, el enterarme que tengo un hermano mayor y una tía, es demasiado confuso. Tanto que me orilla al callejón del llanto, la frustración. No se que más hacer para tranquilizarme.
La ansiedad hace su trabajo alterandome los nervios. Sacandome de mis cabales, no puedo dejar de dar vueltas en la cama como desquiciada.
Es por ello que no me mido a la hora de hacer las cosas a veces.
Me levanto en silencio, tratando de no despertar a Lena, quien duerme plácidamente en la cama de al lado. No quiso decirme porqué llegó tanto rato después, sin embargo, no quise indagar más. Tengo muchas cosas en la cabeza.
Me calzo y coloco la bata pues las paredes y construcción de rústica piedra, denotan el frío que hace aquí.
Al salir, todo está oscuro y solitario. Incluso luce tenebroso pero me ánimo a caminar lejos.
No sé dónde demonios está.
Entonces doy un respingo y me quedo estática en mi puesto al toparme con los gruñidos del animal que amenazante ni me aparta los ojos de encima. Los colmillos teñidos se sangre, los muestra con esos ojos verdosos y el pelaje color noche que lo cubre.
El lobo negro avanza a pasos lentos hacia mi, relamiendose los dientes mientras busco algún incentivo de tranquilidad que no aparece.
Cuando siento que es todo y que el animal rabioso se me va a tirar encima, la demandante voz de Alí y la alta figura del hombre, hacen acto de presencia mientras sostiene entre las manos una cadena.
—Alaska. —Alí le llama la atención y de inmediato el can se incorpora yendo donde el escolta.
—Alí. —pongo una mano sobre mi pecho y él ladea una sonrisa cálida.
