XXXI

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XXXI. Cuarto de juegos

 Cuarto de juegos

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Julio 24, 2017.

Una semana para la celebración.

Henry

Mi cabeza no deja de divagar por más que trato de concentrarme en la mujer que tengo enfrente.

Atena Simon me habla sobre lo que significa para ella el enseñar e instruir a los alumnos universitarios. La mujer tiene pinta de no saber que tiene lápiz labial en su blanca dentadura. Se lo hago saber y ella avergonzada, se disculpa y se encamina hacia el baño.

No intento ser grosero, pero acepté su invitación a cenar solo por la presión del momento y de mi maldita y calenturienta polla.

Pensé con el miembro y no con la cabeza.

Pero joder, ¿Cómo diablos no iba a hacerlo? Ese día estaba a punta de humo y a nada de follar con mi ángel de piernas largas sobre el maldito escritorio. Tenia una erección en el pantalón y verle el trasero mientras salía del anfiteatro, no bajaba mis ganas. Atena llega poco después y por más que intento prestar atención a lo que me dice mientras cenamos, me es totalmente imposible cuando tengo la viva imagen de lo que sucedió en mi apartamento unos días atrás. Grace y su maldita forma de montar...

Imaginarla solo causa un tirón en mi pantalón.

<No estoy para erecciones, joder.>

El recuerdo de ella sobre mi, balanceando sus caderas y su esbelto cuerpo hacia adelante y atrás sobre mi miembro, sus pechos rebotandome en la cara, su bella y suave piel y aquellos ojos esmeralda que no tienen barreras ni limitaciones. Te mira como si no le temiera a nada, como si pudiese comerse al mundo de un solo bocado y lo logra. Su boca y sus carnosos labios me doblegaron.

<Es sólo sexo, tranquilízate.>

Me digo a mi mismo, pero lo que esa chica me hace sentir... es abismal.

El placer carnal se le dá demasiado bien, tiene apenas diecinueve años y folla como una jodida profesional.

La necesito otra vez entre mis sábanas, pensarla más solo endurece mi entrepierna. Sus labios al rededor de mi...

—¿Henry? —regreso a mi realidad observando fijamente los ojos marrones de Atena—. ¿Me escuchaste?

—Lo siento, no, estoy algo distraído pero dime, ahora si. —propongo cuando el camarero viene ofreciéndonos más vino, ambos aceptamos.

—He dicho que... si te apetece... podemos... vernos de nuevo el ¿sábado quizás? —mi teléfono vibra en mi pantalón y le pido un momento para contestar.

Seas quien seas, gracias.

Me levanto de la mesa sin mirar el nombre en la pantalla, solo contesto.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt