XXVI

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XXVI. Natalie

—¿Amor? —le susurro sin una gota aparente de gracia en el rostro

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—¿Amor? —le susurro sin una gota aparente de gracia en el rostro. —¿Es en serio?

—No es lo que estás pensando. —ladeo la cabeza mirándolo con obviedad. —Dejame arreglarlo, ella no es nada mío.

—Note que para ingresar se necesita un código desde fuera. Imagino que ella lo sabe, la cuestión aquí es porqué alguien que dices que no es nada tuyo, tiene la clave de la alarma de tu departamento. Curioso, ¿no crees? —nótese mi sarcasmo.

Henry no me respondió, tan solo salió de la habitación echando furia hasta por los ojos. Le escuché gritar un "¿Qué haces aquí?"  y hasta ahí pude.

Busque lo primero que mis ojos vieron.
Una camisa de botones blaca tendida en una silla de la habitación. Me bajé de la cama y mis pies tocaron la suavidad de la alfombra. Tomé la camisa, esta estaba impregnada con su colonia lo cual fue agradable para mi y me la puse. La misma llegaba hasta mis muslos y sin absolutamente nada abajo, la abotoné solo un poco.
Para que se cubriera nada más que lo esencial. Acomodé mi cabello y salí de puntillas hacia el balcón que da vista al primer piso. Ahí está él, con una mujer de aparentes casi treinta años, discutiendo sobre porqué había ropa de otra tipa -yo soy la tipa, jaja- tendida en el suelo de la sala.

—... ¿Estás con otra? —ella se escucha herida.

Oh maldición.

—Eso no te tiene que importar, Natalie. —le responde con un tono de voz demandante.

—¡Claro que me importa! —ella levanta la voz comenzando a derramar lágrimas. —¡Henry, me importa porque aún te amo! No contestas mis mensajes, no atiendes mis llamadas. Sé que fui yo quien terminó nuestra relación pero te extraño. Me arrepiento, te lo dije, fue un arrebato de locura pero...

—Lo nuestro ya no funcionaba. En ningún sentido, Natalie, no había nada.
¡Vamos, nisiquiera en el sexo! Desperdiciamos un año entero siendo nada. —él suspira —Escucha, te pido que no hagas una escena y regreses a casa. Hay alguien allá arriba esperándome, por favor, deja la tarjeta en recepción y deja de buscarme. Tu y yo ya no tenemos nada, espero que lo puedas entender. —Eso debió doler.

Pero la mujer no se quedó tranquila.

Pues su rostro mostraba furia y dolor, mezclados en uno solo.

Peligroso.

Ella soltó su bolso dejándolo caer al suelo y casi que corrió a través del salón subiendo escalones arriba.

Para entonces ya me había visto.

Y justo antes de ella poder tocarme un pelo, Henry la tomó por la cintura impidiendoselo.

—¡Suéltame, la mataré!, ¡Es mío! ¿Entiendes desgraciada? ¡MÍO! —ella me grita, me insulta tratando de forcejear contra la fuerza varonil del castaño. Por supuesto, le es imposible y yo no puedo dejar de sonreír.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Where stories live. Discover now