XVIII

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XVIII. Señor C.

El simple recuerdo de lo que pasó hace unos minutos, sigue vivo como si jamas hubiera terminado

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El simple recuerdo de lo que pasó hace unos minutos, sigue vivo como si jamas hubiera terminado.

Pegada a la puerta, dejo soltar todo el aire comprimido de mis pulmones y me resigno a entrar al baño y tomar una rápida ducha. Cuando salgo, busco un par de bragas y un pijama negro de satén. Consistía en un short algo corto y una blusa de tirantes delgados. Después de cepillar mi cabello, y como de costumbre, rocío un poco de perfume en mi cuello antes de dormir.

No me preguntes por qué, ni yo lo sé, pero es una manía que tengo desde los quince años.

Tomo mi celular y decido bajar con mi pulso estallando debajo de mi piel.

Desde que llegamos, ha pasado una hora, el trayecto de regreso a casa, fue todo menos incómodo. Su mano no dejó de tocar mi pierna durante todo el trayecto, y yo solo me podía imaginar sintiendola acariciarme una vez más.

Cuando bajamos del auto, él no dijo nada, creí que sería todo por hoy, aunque al salir de la cochera me aprisionó contra una de las paredes ocultas de la esquina del jardín... y volvió a besarme.

Aún siento sus cálidos labios sobre mi boca, atacando cada parte de ella.

Renuevo la cabeza con la intención de regresar a mi realidad. Me encuentro bajando las escaleras pues cenariamos en unos momentos según Ofelia.
Todos por alguna razón estamos en pijamas, y con todos me refiero a mamá, Nancy y yo. Papá y Niall aún portaban sus trajes.

Tomo mi lugar junto a mi madre y frente a mi se encuentra Nancy. Junto a ella está Niall y junto a Niall, mi padre, en la cabeza de la gran mesa.

Poco después, comienzan a servirnos la cena y entre furtivas charlas, comemos en paz. No es hasta que siento sus ojos puestos en mi.

Levanto la mirada y efectivamente,  está mirándome disimuladamente.
Pero es una de esas miradas que son como de despreocupado y las que te imaginan desnuda al mismo tiempo.
Él sonríe a medias regresando sus ojos hasta la charla que mi padre ha entablado con Nancy.

Y los minutos pasan, mismos que se convierten en horas. Terminamos de cenar y desde aquel momento, no ha vuelto a mirarme. Papá pide un postre que se extiende hasta todos nosotros, una simple pero deliciosa rebanada de chocolate.

Al finalizar, todos nos despedimos deseandonos las buenas noches y cada quien sube por su parte hacia sus respectivas habitaciones. Pero yo me quedo en la cocina, rebuscando entre los cajones un aspirina pues la cabeza comenzó a dolerme como si tuviese una maldita resaca.

Muy oportuno.

Cuando al fin la encuentro, me sirvió un vaso con alguna y la ingiero apoyándome de la isla. Siento la frescura del líquido y la amargura del efervescente de la píldora en mi garganta y paladar, por lo que, busco entre la nevera el jugo de mango y me sirvió un poco. Éste desvanece el amargo sabor de mi boca.
Lo guardo, lavo el vaso que ensucié y cuando iba a darme la vuelta, mi cuerpo chocó con otro.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora