XLV

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XLV. Sweat

 Sweat

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Grace

La cordura me abandona cuando pasea la lengua entre el valle de mis pechos tomando los mismos con ambas manos.

Al final, mi opción no fué ninguna de las dos anteriores.

Lo necesitaba a él, sentirlo otra vez embestirme como solo él sabe hacerlo.

Me retira por completo el vestido dejándome en bragas, afuera comenzó a llover y una lenta canción emana la discoteca hasta el aparcamiento improvisado detrás del establecimiento.

Hay parejas besándose y tocándose en cada esquina, en las sombras donde nadie podría descubrirlos.
Los vidrios del Audi son polarizados y previamente empapados por las gotas de lluvia que resbalan de estos. Es un infierno ardiente aquí adentro y nosotros terminamos de encender la puta hoguera.

Para este momento ya no usa la chaqueta, se retira la camisa y yo llevo los dedos hacia la bragueta de su pantalón abriéndole lo suficiente el cierre y la pretina. Mi entrepierna gotea de tan mojada que me encuentro, con la entrada resbaladiza y las pequeñas corrientes eléctricas que la tela me provoca al rozar contra mi sexo.

Sus manos se sitúan sobre mi trasero metiendo los dedos entre el hilo rojo de la tanga, la baja lenta y tortuosamente hasta que llega a mis muslos y entonces me toca directamente empapandose los dedos con mi humedad. Me llevo los mejores besos y el duro empalme de hierro que se sitúa bajo mi cuerpo me llama a gritos. Quiero esa deliciosa Lollipop metida entre las piernas ahora.

La tiene dura como piedra y no vacilo a la hora de sacarsela del bóxer que parece querer reventar. La punta está húmeda con sus propios fluidos y la boca se me hace agua cuando los destellos de la luz morada la hacen brillar.

Corre el asiento para atrás y se inclina dandome mucho más acceso pero la separación no dura si no es hasta que mi paciencia se agota y se va al carajo junto con la suya. Saca los dedos de mi interior conmigo desnuda sobre su cuerpo, me eleva y aprovecho el posicionar el glande que resbala con demasiada facilidad sobre mi entrada.
Me estimulo con el mismo sintiéndome en el maldito paraíso, es entonces que devora mis labios soltando la fiereza y la vehemencia que brota de ambos como animales en celo.

Me toma y entra de una sola embestida hasta que los testículos me tocan el periné.

No gimo, por el contrario, grito envuelta en olas infinitas de placer.
Sujeta una de mis piernas abriéndome más y dilatandome el doble con la anchura de su longitud. Gruñe tomando mi mentón con fuerza, con su boca pegada a la mía... gime sin precedentes cuando los embates comienzan. Nos comemos como posesos, su boca me sabe a exquisita miel y su cuerpo me demuestra que ha extrañado el mío tanto como yo el suyo.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Where stories live. Discover now