Capítulo 1: Le-Roux

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Amélie

- Mamá, no qui...

- ¡Amy! ¡Mira, es precioso!

Mi madre me ignoraba completamente. Estaba demasiado ocupada intentando elegir un vestido para una supuesta gala esa misma noche.

No era extraño ver a mi familia en esa clase de eventos, donde iban familias de distintas organizaciones de casi todo tipo buscando hacer negocios.

Bueno, de casi todo tipo de asuntos ilegales.

En el caso de mi familia; mi madre, mi madrastra, mi hermana, mi hermano mayor y yo, pertenecíamos a una especie de gran grupo organizado dedicado a la erradicación de individuos considerados un peligro para la humanidad, en general. Vamos, que hacíamos el trabajo sucio en el que el Gobierno no se quería ver envuelto.

Mi madre es actualmente la jefa de esta organización; Flamme, la cual ha ido pasando de generación en generación. En realidad debería ser de mi padre, le monsieur Pièrre Le-Roux; sin embargo, falleció hace cinco años, después de haber recibido una bala en la cabeza al negarse a hablar sobre Flamme.

Unos meses después, mi madre tomó el mando de la mafia (al que no le costó adaptarse) y unos tres años más tarde comenzó a salir con su mejor amiga, Ariana Rhodes, quien se había separado de su marido hacía también algunos años. Cuando se casaron, su hija, Lily (mi mejor amiga) y su hijo, Malcom, se convirtieron en mis hermanastros y ella en mi madrastra.

Malcom y Lily no estaban siempre en casa, porque también debían pasar tiempo con su padre, así que nos quedábamos en casa Ariana, mamá, mi hermano Cédric y yo.

Este era uno de esos días en los que estábamos los cuatro solos, y mientras Ari y Cédric entrenaban, mi madre y yo decidimos tomarnos el resto del día libre para ir a comprar un vestido.

Como si tuviéramos pocos.

- Mamá, tiene una carita feliz. - Dije asqueada y señalando el parche de emoji que llevaba pegado el horrendo vestido.

- ¿A que es divertido? - Contestó frotándolo.

- Es asqueroso.

Mi madre me miró, probablemente extrañada por mi mal humor, ya que en otro momento al menos me habría reído del vestido.

- ¿Te ha bajado la regla?

Rodé los ojos.

- No.

- ¿Estás segura? - Asentí. - Deberías ir a mirar. - Resoplé y negué. Mi madre me analizó durante unos segundos y se le iluminaron los ojos al pensar que había dado con la respuesta. - ¡Ya sé lo que te pasa!

- No lo sabes.

- Es por ese chico, ¿Verdad? El de la fiesta de la semana pasada. ¿Te ha llamado ya? - Preguntó moviendo sus cejas arriba y abajo.

Yo estaba anonadada. Me esperaba miles de respuestas, pero no esta.

- He dado en el clavo, si es que las madres nunca se equivocan.

- Claro que no, ni siquiera intercambiamos números. Ni siquiera me gustan mucho los hombres. - Dije asqueada. - Sólo estoy cansada.

Ella siguió mirando vestidos mientras me hablaba.

- Claro, si llegaste a casa a las cinco de la mañana.

- ¿Cómo lo sabes? - Dije sorprendida.

- Te escuché llegar dando tumbos y chocándote hasta con las paredes con tu hermano.

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