Capítulo 14: Ya no hay pesadillas

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Amélie

Corría por el bosque. Huía de Él, miraba hacia atrás para saber si aún me seguía o ya lo había perdido de vista. Sin embargo, él era muy rápido. Fue muy tarde cuando me di cuenta de que no había más camino y no podría dar la vuelta, mi único camino era saltar del acantilado, y lo más probable era que no sobreviviera. Pero, ¿Preferiría la muerte a que él me atrapara?

Definitivamente.

Aceleré aún más y salté, pero no fui lo suficientemente rápida. Su mano me agarró del cuello. Escuchaba como se reía de mí y yo no podía hacer nada. Sólo quería llorar, no quería estar con él, se lo había dicho tantas veces...

- Por favor, suéltame...

- Claro, lo haré. Cuando me des lo que quiero. - Demandó con voz ronca.

- ¿Qué quieres? - Pregunté. Mi voz temblaba y comenzaba a quedarme sin aire.

Él me soltó y me dejó tirada en el suelo. Tosí y me revolví allí cuando escuché el sonido de algo metálico, por lo que me levanté.

Cuando me giré, vi que sostenía en su mano dos anillos. Dejó ver una sonrisa mezquina.

- ¿Conoces estos anillos?

- Sí. - Respondí al borde del llanto; frustrada, enfadada y asustada.

- Te dije que podías recuperarlos si te quedabas conmigo.

- No quiero un anillo, lo quiero a él de vuelta, joder.

Él volvió a reírse de mí.

- Ni siquiera yo podría traer a un muerto a la vida.

- ¿Qué quieres de mi?

Rogaba porque me dejara en paz, no quería seguir mirándole a la cara porque me producían ganas de vomitar y un miedo fuera de lo común. Pero sobre todo: Rabia.

- Tu alma, tu cuerpo. Todo. Quiero todo de ti, me perteneces.

- No le pertenezco a nadie, cabrón, y aún menos a ti.

Él me dio una bofetada.

- Eres mía desde el momento en que te tuve. Ahora tienes que volver a casa.

- ¡No es mi casa! ¡¿Por qué no lo entiendes?! - Grité frustrada.

Él guardó silencio pero sabía que estaba enfadado.

- ¿Ah, No? Déjame recordarte lo que es tu casa.

Volvió a tirarme al suelo y se colocó encima de mí.

- ¡Déjame en paz, joder! ¡Déjame, déjame! ¡Para! - Rogaba chillando.

Comenzó a subir la falda del vestido que llevaba puesto.

- Si no vienes conmigo por las buenas, te llevaré por las malas.

- ¡Amélie! - Gritó Alessandro.

Espera, ¿Alessandro?

Desperté en mi cama agitada. Alguien estaba a mi lado y sostenía mi cara entre sus manos. Retiré ambas de mi cara y me di cuenta de que era mi marido cuando me ubiqué.

- Era una pesadilla, Amélie. - me dijo él. - ¿Te encuentras bien?

Sólo pude negar con la cabeza. Estaba temblando y sentía que Él se había llevado mi voz. Alessandro me envolvió entre sus brazos e inmediatamente me sentí más segura. A los segundos, dejé de temblar.

Ésta era una pesadilla recurrente, muchas noches soñaba con Él, aunque nunca lo había hecho durmiendo con Alessandro y pensaba que simplemente habría superado esa etapa de mi vida. Pero no. No creía que iba a poder superarlo nunca.

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