Capítulo 13: Trabajo

7.4K 487 38
                                    

Alessandro

- A que soy una de las mejores y el segundo cargo más alto después de mi madre. - Respondió cínica. - No voy a permitir que ni tú ni nadie me diga lo que puedo o no puedo hacer.

Me cabreé tanto conmigo mismo como con mi mujer; conmigo por no poder hacer nada para protegerla y con ella por no dejarme hacerlo.

- Trabajarás conmigo, entonces. - Decidí.

- Tú trabajarás conmigo. - Contestó marcando el 《Tú》.

- Tenemos el mismo cargo, bonita. - Sonreí sin ninguna gracia. - Trabajaremos juntos.

- Bien. Pues adelante, a trabajar. - Terminó Dante.

Todos se marcharon rápidamente y Amélie iba a imitarles, pero cerré la puerta antes de que pudiera cruzarla.

- No quieres trabajar conmigo. - Afirmé acercándome a ella. - ¿Por qué?

- Porque intentarás protegerme a toda costa. - Contestó haciendo comillas en 《protegerme》. - Y no necesito protección.

- Se me hace inevitable no protegerte, ya lo sabes.

- No quiero que lo hagas, Alessandro. Probablemente yo te defienda en más ocasiones que tú a mí.

Ella se giró con la intención de volver a abrir la puerta, pero me puse delante de ella. Amélie cruzó sus brazos.

- Oye, que no tenga tanta resistencia como tú no significa que...

- No es por eso. Está claro que no hemos tenido el mismo entrenamiento. A vosotros os han preparado para pegar puñetazos sin ton ni son, mientras que a nosotras nos han dado un entrenamiento muy completo. Sabemos como actuar en cada situación sin importar como sea, vosotros os limitáis a sobrevivir. Por eso nosotras vamos siempre por delante.

Esta vez, la francesa salió de casa con éxito, mientras yo me quedaba pensando en lo que había dicho.

Tenía razón, no lo negaría. Las personas en su mafia habían sido entrenadas para saber actuar, habían explotado su inteligencia y practicaban muchas estrategias de combate, además de saber pelear como las mejores y de ser capaces de dejar a sus rivales en el suelo en cuestión de segundos. También eran las mejores con las armas. En cambio, en la nuestra, entrenábamos lucha cuerpo a cuerpo, nos enseñaban a manejar armas y poco más. Además, solíamos hacerlo por separado. Cada uno practicaba por su lado, excepto cuando hacíamos combate, claro está. Trazábamos planes y nos organizabamos sorprendentemente bien en cualquier trabajo que se nos encomendase, pero es cierto que su entrenamiento era mucho más completo. Dejé esos pensamientos de lado y pensé que intentaría cambiar eso. Estaba seguro de que Amélie me ayudaría.

Cuando llegué a las instalaciones de Flamme, vi a mi mujer. Hablaba con un hombre moreno algo mayor que yo y parecían estar hablando de algo serio, sin embargo, en un momento él le sonrió y posó su mano en la espalda baja de la pelirroja. Ésta le devolvió la sonrisa algo incómoda y retiró su mano. Cuando me vio, se disculpó con él y vino hacia mí. El hombre se quedó mirándonos.

Mi esposa me besó intensamente, como si estuviéramos sólos en aquella habitación. Pasé mis manos por su cintura sin dudarlo ni un segundo e intensifiqué su beso.

- ¿Qué ocurre, mi amor? - Pregunté cuando me separé de ella.

- Me acosté con ese hombre una vez y ahora no para de mandarme indirectas. Me incomoda.

- ¿Por qué no dices nada? ¿Te está acosando?

- No, cielo. Tranquilo. - Me sonrió aunque noté un ápice de duda.

L'affareWhere stories live. Discover now