Capítulo 2: D'angelo

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Alessandro

No paré de correr hasta que llegué a la puerta de la casa de mis padres. Mi entrenamiento por hoy había concluido y sólo eran las cinco de la mañana, por lo que decidí pasarme a buscar algunas cosas. Cuando abrí la puerta del patio de la cocina, encontré a Fiorella entrando por la puerta principal. Llevaba un vestido de lentejuelas y unos tacones en la mano izquierda. Caminaba en zig zag hacia las escaleras y no me notó hasta que la llamé. Ella se giró asustada y me sonrió para calmar el ambiente.

- Holi... ¿Qué haces aquí?

- ¿Dónde estabas? - Pregunté cabreado.

Ella suspiró, sabiendo que la había pillado y que ya no tenía escapatoria. Su cara de angelito cambió a una de diablo en cuestión de segundos.

- He ido de fiesta. - Respondió cruzándose de brazos. - Dime lo que me tengas que decir y déjame en paz.

- ¿Qué te ha pasado en las muñecas?

Le tomé de las muñecas y aunque ella intentó zafarse, no lo logró y pude ver las marcas en sus muñecas y en el cuello con claridad.

- ¿Quién coño ha sido, Fiorella?

- ¡Nadie, joder! ¡Déjame en paz!

- ¿Al menos habrá sido consentido?

Fiorella me miró, y aunque la mirada que recibí fue de enfado, en sus ojos pude notar un atisbo de miedo.

- Sí. Claro que sí. - Dijo un poco más calmada. Solté sus manos y ella bajó la mirada, para que no viera sus ojos. Cuando volvió a mirarme, no había podido ocultar sus lágrimas.

La abracé y la consolé escuchando sus sollozos durante una hora. Ella me contó que había ido con Ed, su amigo, y que por suerte, la persona que le dejó esas marcas en realidad no había llegado tan lejos. Cuando bostezó, se despidió de mí y se fue a dormir.

Según mi hermana subió las escaleras, desbloqueé mi móvil.

Alessandro:

Con quién habéis estado?

Ed:
Yo la vi entrar a una habitación con Amélie Le-Roux.

Amélie Le-Roux. Definitivamente una de mis personas menos favoritas en este mundo, aunque conocida desde que tengo memoria. Ella y yo nos conocemos desde que nació y nuestras madres y mi padre siempre han intentado que al menos nos soportemos. Pero Amélie y yo somos tan distintos y tan parecidos al mismo tiempo, que estar con ella en un mismo espacio puede resultar un fracaso absoluto o un rato muy agradable.

La segunda opción sólo se había dado una vez hace varios años, y fue cuando la vi por primera vez después de muchos meses sin verla. Ella acababa de llegar de unas vacaciones en México y no paraba de sonreír en el almuerzo que mis padres habían organizado. Parecía tan tranquila y me causó tanta paz verla así, que me encontré sonriéndole y haciéndole un cumplido que ella respondió.

Amélie se encontraba tomando una copa de un líquido que no supe reconocer, con una mini sombrilla de las que se ponen en las copas. Llevaba un vestido de flores violeta que le llegaba a medio muslo, con unas sneakers blancas.

No pude resistirme más y me acerqué a ella.

- Te has cortado el pelo. - Dije, y me sorprendí cuando mi tono de voz fue mucho más suave de lo que quería que fuera. Carraspeé y ella sonrió.

L'affareWhere stories live. Discover now