Capítulo 6: Gatita

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Alessandro

Me hallaba poniéndome una sudadera cuando mi móvil vibró.

Moglia:
Me sorprende que vayas a
llegar tarde.

No voy a llegar tarde, acabo
de salir de casa.

Moglia:
¿Y llegarás en cinco minutos?

¿Me estás retando?

Moglia:
Puede.
Espero que no llegues así de
tarde a nuestra boda.

No voy tarde. Cállate.

Moglia:
Cállame, Daddy ;)
Tres minutos.

Y ahí estaba de nuevo el maldito mote. Llevábamos una semana viéndonos todos los días, conociéndonos un poco más e intentando superar nuestras diferencias para que podamos convivir bien cuando estemos viviendo juntos. Pero todo se hacía difícil cuando ella me llamaba por ese mote, a pesar de que la mayoría de las veces le respondía con apelativos del mismo tipo.

- ¡Por fin! - Suspiró cuando le abrí la puerta del coche y estuvimos los dos dentro.

- Sólo me he retrasado un minuto.

- Pero tú no te retrasas. - Dijo indignada. - ¿Qué estabas haciendo?

- Trabajaba.

- Ajá, claro.

- ¿Dónde crees que estaba entonces? - Pregunté confundido.

- No sé, por eso te pregunto. - Respondió encogiéndose de hombros. - Es que siempre llegas antes de la hora.

Yo suspiré pensando en el mal día que había tenido desde que me levanté.

- He estado muy ocupado.

- ¿Por qué no lo dejamos para mañana? Y así puedes descansar. - Propuso la pelirroja.


Me enterneció en cierta forma que se preocupara por mi descanso, pero pronto dejé de pensar en ello al darme cuenta de lo patético que sería emocionarse por un acto tan normal.

- Estoy bien, Amélie. - Contesté. - Además, recuerda que mañana no vendré.

- Ya, y que pasado mañana es la boda.

Nos quedamos en silencio durante unos segundos.

- ¿Has pensado en lo del apartamento? - Le pregunté.

Con esto me refería a dónde quería que nos mudáramos. Era un hecho que tendríamos que vivir juntos y yo había propuesto vivir en mi apartamento; pero como se supone que éramos un matrimonio, nuestros padres habían comprado una casa enorme en la orilla de la playa. No quería desprenderme de mi apartamento, pero iba a tener que hacerlo si ella decidía quedarse en la casa de la playa.

- Puedes conservarlo aunque vivamos en la casa, Alessandro.

- ¿De qué me serviría? Si ya no viviré ahí.

L'affareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora