Capítulo 30: El club de los corazones rotos

4.5K 306 4
                                    

Alessandro

- ¿Qué estás haciendo? - Pregunté cuando la vi.

Después de cerciorarme de que las cosas en la mafia marchaban bien después de la muerte de Nikolai, volví a casa. Mi sorpresa fue enorme al ver a mi esposa frente al espejo poniéndose un vestido negro y maquillada.

Ella me miró a través del espejo con una sonrisa.

- Me estoy vistiendo.

- ¿Por qué?

- ¿No puedo vestirme?

- No puedes levantarte.

Rió.

- Alessandro, estoy segura de que sabes que no voy a quedarme sentada todo el día, ni intentes persuadirme.

Fue mi turno para reír. A veces me asustaba el gran parecido que tenía con ella.

- Al menos déjame acompañarte.

- ¿Seguro que quieres venir? No es un plan divertido.

- ¿Qué vas a hacer?

Dejó de sonreír y se giró. Finalmente me miraba directamente.

- Voy a ir al funeral de Nikolai.

- ¿Qué?

En mi mente no paraban de reproducirse escenas en las que Amélie era la protagonista, y en todas estaba en peligro por asistir a ese entierro. Se supone que nosotros habíamos ido a atacarlo, si los de la mafia rusa se enteraban de que Amélie estaba allí... No quería imaginarme cuál sería el desenlace.

- Quiero... Quiero verlo. - Dijo nerviosa y bajando la mirada.

- No, Amélie.

- Por favor, lo necesito.

- ¿Por qué quieres verlo?

Me miró a los ojos y noté las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

- Quiero asegurarme de que está muerto.

Entendía a Amélie porque no me imagino lo que es vivir todo lo que ella vivió con el cabrón de Nikolai. Quizás ella necesitaba estar segura de que él no volvería a hacerle daño de ninguna manera y en ese momento sentí que podía haber hecho más. Que si no hubiera permitido que entrara a aquella habitación, habría salido ilesa de allí.

Aunque creo que el daño emocional que le había causado Ivanov era mayor que cualquier otro.

La envolví en un abrazo que ella correspondió y besé su frente.

- Mi amor, sé que quieres asegurarte pero es peligroso. No creo que sea una buena idea que aparezcas allí, sobre todo en este momento, ¿me entiendes?

Ella asintió y se separó, pero entrelazó  sus dedos con los míos.

- Me ha llamado Ray, tú no lo conoces pero es un gran amigo mío de... de la época de Nikolai.

- ¿Y qué te ha dicho?

Se encoge de hombros.

- Sólo que le gustaría que asistiera porque van a estar todos los del "grupo". Pero entiende que no vaya después de todo lo que me ha pasado con él.

Suspiré.

- Amélie... Venga, te acompañaré.

- ¿En serio?

- Si veo cualquier señal de peligro, nos vamos.

- Gracias, gracias, gracias. - Me dio besos por toda la cara y no pude evitar sonreír como un tonto.

- Venga, vamos.

Después de un tenso trayecto en coche, llegamos al lugar donde se llevaría a cabo el funeral. Amélie estaba un poco nerviosa, pero sus nervios incrementaron cuando vio a un grupo de cinco personas mirándola.

Amélie

Y ahí estaban todos.

Tal y como los recordaba.

En primer lugar estaba Lucille: Era dos años mayor que yo y una de mis mejores amigas. La recordaba como la castaña que en todas las fiestas salía del antro para fumar porque no se sentía cómoda con tantas personas a su alrededor. Yo siempre la acompañaba porque tampoco soportaba estar con tantas personas durante tanto tiempo. Me acordaba de sus ojos, del brillo en ellos que parecía consumirse un poco más cada vez que le daba una calada al cigarro. Su historia era una de las más tristes que había escuchado nunca. Su madre había fallecido pocos años antes de yo conocer a la castaña, lo que había sumido a su padre en una depresión que le había conllevado a tener problemas con el alcohol. A pesar de eso, él nunca golpeó a Lucille, sin embargo, la dejó de lado cuando más lo necesitaba.

Por eso me sorprendió verla como la estaba viendo ahora. Me miraba con una sonrisa y sus ojos habían recuperado todo el brillo que yo nunca pude ver.

Seguidamente miré a Jacob: Cuando nos conocimos él tendría unos veinte años. Era un capullo con las mujeres, pero nunca se sobrepasó con ninguna, siempre las respetó y no insistía cuando lo rechazaban (que no eran pocas veces). A pesar de tener mala fama, era un amor con nosotros y solía decir que le habíamos devuelto la vida, ya que la suya tampoco había sido fácil. Siempre lo consideré un hermano, yo siempre lo escuché cuando él creía que no podría continuar y el siempre me escuchó a mí.

Ahora lo veía de la mano con una mujer rubia embarazada. Me fijé en que llevaba un anillo y no pude evitar sonreír.

A su derecha estaban Miranda y Liam: ellos eran la pareja perfecta del grupo. Cuando yo me uní, ellos ya llevaban dos años juntos y me alegraba enormemente saber que seguían enamorados. Para mí, ellos eran mis confidentes. Podía contarles absolutamente todo y ellos nunca me juzgarían, como unos padres.

Estaban exactamente igual que la última vez que los vi, excepto que Miranda ya no tenía el pelo teñido y Liam se había quitado sus piercings.

En último lugar, Ray. Gracias a él nos habíamos conocido todos.
Su piel oscura ahora tenía algunos tatuajes y ya no llevaba su pelo largo, sino rapado.
Ray era... Me costaría mucho hacer un resumen sobre él, pero era el mayor soporte que tuve durante los años que salía con ellos. No importara donde estuviera ni a qué hora lo necesitara, él siempre estaba ahí. Al igual que Jacob, era como un hermano mayor. Cuando Nikolai abusó de mí, nuestro club de los corazones rotos se rompió. Él le pegó una paliza al que fue su mejor amigo y contó al grupo lo que me había hecho. Todos me apoyaron, pero creo después de ver como Nikolai, que era tan bueno y tan simpático a pesar de haber vivido tanta mierda, me hacía algo así, se dieron cuenta de que quizás no nos conocíamos tanto entre todos como pensábamos. Ellos no querían más mierdas en su vida y lo entendía. Simplemente se fueron reduciendo las quedadas; primero se fueron Liam y Miranda. Luego, Jacob y Lucille se fueron a estudiar aunque mantuvimos el contacto siempre. Pero presencialmente, permanecimos Ray y yo. Hasta que un día lo metieron en la cárcel por tráfico de drogas.

Y yo me sentía más sola que nunca en el peor momento de mi vida.

No pude evitar recordar las noches en las que todo el grupo bromeaba cuando a Jacob lo rechazaba la quinta chica en una noche. O cuando sin querer encontrábamos a Miranda y a Liam teniendo sexo en alguna habitación en cualquier fiesta, o cuando Lucille se quejaba de que le dolía la cabeza porque la música estaba muy alta y nos íbamos en la camioneta de Ray a beber mirando el mar. También cuando íbamos sólo Ray y yo.

Lo que nos unió a todos es que estábamos rotos. Y de alguna manera, nuestra amistad nos reconstruyó.

L'affareWhere stories live. Discover now