Capítulo 15: Donna

6.9K 397 2
                                    

Alessandro

- Entrégamelo cuando termines, y todo lo que sepas adjúntalo en el informe. - Pedí a uno de los hombres en esa habitación. Éste se retiró.

- Necesito que le sigáis la pista en todo momento, necesito que actualicéis su ubicación constantemente. Ponedle un microchip. - Ordené a otros hombres.

- Los que no tengáis nada pendiente, venid conmigo.

Llevé a unas cuarenta personas conmigo hasta el campo de entrenamiento de la mafia. Allí estaba mi esposa junto a unas veinte o treinta personas jóvenes y cinco instructores.

- Os hemos traído aquí para informaros de que entrenaremos juntos a partir de ahora. - Anuncié. - Flamme nos va a proporcionar dichos entrenamientos durante esta semana; la semana que viene lo haremos nosotros.

- Durante los próximos días habrán muchos cambios. Los entrenamientos serán uno de ellos, pero son por vuestra seguridad. Todos sabéis que las cosas últimamente no están tan bien como antes y que hay nuevas posibles amenazas, así que haremos hasta lo imposible para que no tengáis que dejar las organizaciones y estéis a salvo. - Continuó mi mujer. - Os presento a Michelle Darren, Natalia Higgings, Josh Henderson, Oliver White y Vanessa Rhodes. Serán quienes os entrenen durante esta semana.

- Sí tenéis algún problema con los entrenamientos, habladlo conmigo o con la señora D'Angelo. - Les dije señalando a mi mujer. - Buena suerte.

Amélie les deseó suerte y nos retiramos de allí. Agarré su mano cuando estuvimos más alejados de los demás y caminamos hacia los aparcamientos.

- Ojalá se acabe todo esto ya. - habló ella cuando estuvimos los dos en el coche.

- Ya tenemos su ubicación, amore mio. Ya queda poco. Le haremos una visita en cuanto podamos.

- Pero no sabemos qué planean, no podemos simplemente ir a buscarlo.

- Puede que lo más acertado sea ir sin ningún plan. - Pensé en voz alta. - No sigue ningún patrón, se mueve por sitios al azar. No podríamos trazar un plan ni aunque quisiéramos.

- Eso es una locura, Alessandro. Además, si es tan espontáneo, ¿cuándo lo haríamos?

- No lo sé, los acontecimientos lo decidirán.

- ¿Los acontecimientos lo decidirán? - Preguntó horrorizada. - Debemos tener algo, un plan de escape o cualquier cosa nos serviría. No podemos ir a la aventura.

- Amélie, lo hablaremos mañana, ¿vale?

- Puede que lo mejor sea no hacer nada por el momento, ¿no crees?

- Tenemos que hacerlo lo antes posible, no sabemos cuáles son los planes de Bass.

- ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a ir a su casa y le vas a meter un tiro?

- Haré lo que sea necesario.

- Estamos trabajando juntos, ¿recuerdas? No puedes hacer lo que te salga de las narices.

- ¿Y qué pretendes que haga? ¿Que me quede quieto mientras ese loco intenta matar a mi mujer? - Pregunté desesperado.

- Puedo defenderme sola, Alessandro. ¡Deja de tratarme como a una niña!

- ¡Perdón por preocuparme por ti!

- ¡Una cosa es preocuparse y otra es actuar sin cabeza! ¡Como el otro día, que perseguías a Bass con intenciones de romperle la cara!

- ¡Puede que así hubiera solucionado este problema! ¡A lo mejor así ya estaría muerto!

- ¡O puede que lo estuvieras tú, maldito idiota!

En ese momento, miré a la pelirroja y le iba a responder cuando vi un resplandor viniendo hacia nosotros a toda pastilla. Aceleré lo más rápido que pude y por suerte, Amélie y yo no sentimos el impacto. Sólo la parte de atrás del coche fue dañada. Los cristales traseros se rompieron junto a los delanteros de la persona que conducía el coche que acababa de chocarnos.

- ¡Alessandro! - Chilló la francesa.

- ¿Estás bien? - Le pregunté preocupado.

Lo único diferente que le veía a mi mujer era una cara de susto.

- Sí, ¿Tú estás bien?

Asentí y salí del coche. Saqué mi pistola por si las dudas y apunté a la persona que se había chocado contra nosotros. Mi mujer hizo lo mismo que yo pero hacia su alrededor, por si había alguien escondido por ahí.

- ¿Es Donna? - Preguntó ella confundida cuando llegó a mi lado y vio a la rubia.

Mi ex novia estaba en el asiento del conductor. Tenía varios cristales incrustados en su cara y ésta estaba llena de sangre. El airbag parecía haberse picado y aunque Donna tenía el cinturón puesto, el impacto fue lo suficientemente fuerte como para que la bolsa no hubiera hecho su efecto.

Volví a asentir y miré a la pelirroja en el mismo estado que ella: confundido.

- Vamos.



- Presenta heridas muy graves, es posible que no sobreviva. - Dijo uno de los médicos de Flamme. - Aunque por ahora está estable. Será mejor que vuelvan mañana, señores D'angelo. Es inútil esperar aquí.

- Gracias, Doc. - Sonrió Amélie y el hombre se retiró.

Nosotros caminamos hasta un coche que yo había pedido para poder irnos ahora, ya que el otro había quedado completamente destrozado. Al entrar, mi mujer se dejó caer en el asiento y me hizo saber lo estresada que estaba cuando suspiró y pasó sus manos por su cara.

- Espero que sobreviva y colabore con nosotros, si no, el trabajo del doctor habrá sido en vano. - Nos quedamos en silencio un rato hasta que volvió a romperlo. - ¿Por qué crees que haría algo así?

- No lo sé. - Respondí. - Tiene problemas mentales, pero pensé que se estaba medicando.

- ¿Qué tiene?

- Esquizofrenia y un trastorno bipolar, si no recuerdo mal. - Contesté intentando recordar. - Cuando la dejé intentó suicidarse varias veces, por eso la llevaron a un psiquiátrico. Cuando le dieron el alta, todos juraban verla bien. Decían que hacía deporte y que salía con sus amigos, no sé en qué momento ha llegado hasta aquí.

- Debe de ser horrible.

- ¿El qué?

- Tener una enfermedad así; que te destruya de esa manera.

- Supongo que lo es. - Pensé. - Si sobrevive me aseguraré de que vuelva al psiquiátrico.

- Es una buena idea. Pero antes debemos interrogarle. Si despierta, claro.

- Por supuesto. Despertará y nos dirá todo lo que necesitamos saber de Bass.

- ¿Cómo estás tan seguro?

Me encogí de hombros.

- Instinto. Tú sólo confía.

- ¿Y ahora qué hacemos?

- Seguir investigando hasta que podamos hablar con Donna.

Amélie asintió.

- ¿Estás seguro de que ella trabaja con Bass?

- Definitivamente.

- ¿Hay alguna prueba más?

- Mi amor, ¿qué pasa? ¿Por qué tantas dudas de repente? - Pregunté confuso.

Ella parecía estar debatiéndose en contarme lo que pasaba por su cabeza o no.

- Nada, un día largo. - Sonrió culpable.

- No tienes que decírmelo si no quieres, pero no me mientas, Amélie.

Mi mujer miraba sus manos colocadas en su regazo y sabía que estaba pensando en algo que le preocupaba.

- Yo... Bueno. La pesadilla del otro día, ¿Recuerdas que me despertaste? - Cuestionó con sus ojos llorosos a lo que yo asentí y la tomé de la mano.

- No es necesario que me cuentes nada si no quieres...

- Sí quiero. Te lo debo.

L'affareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora