Capítulo 19: Rumores

5K 357 11
                                    

Alessandro

Mi mujer volvió al asiento del copiloto cuando se hubo calmado mientras que yo subía la cremallera de mi pantalón e intentaba respirar con normalidad.

- Te has excitado viéndome torturar a un hombre. - Afirmé.

- ¡No, por dios! Me ha excitado verte enfadado...

Me reí.

- ¿Por eso siempre intentas sacarme de mis casillas?

Amélie me guiñó un ojo.

- Anda, vamos a ver a Donna.

- No quiero... - Confesé.

- ¿Crees que yo sí? - Preguntó mirándome con una mueca. - Pero es necesario, mi vida.

Arranqué y conduje hasta la mafia, donde se encontraba Donna siendo cuidada por nuestros médicos. Caminamos por todo el establecimiento y al preguntar por la mujer, nos dijeron que había despertado esta mañana, pero que estaba demasiado débil. Aún así subimos a verla.

- Hola, Donna. - Saludé. - ¿Te acuerdas de mí?

La rubia se encontraba en un estado deplorable. Además de tener el pelo despeinado y varias heridas por sus brazos y cara, estaba pálida y su mirada perdida. Sin embargo, cuando me miró asintió.

- Claro. - Respondió con voz débil. - Y de tu mujer.

- ¿Qué tal estás?

Ella no respondió. Ambos nos sentamos en las sillas al lado de su camilla.

- Verás, queríamos hablar de...

- Sé qué es lo que queréis. - Nos interrumpió. - Pero no sé si debería decíroslo.

- ¿Por qué no lo sabes?

- Me ha dicho que no os diga nada. Pero ella sí quiere...

Se llevó ambas manos a su cara, como si intentara ocultarse de nosotros.

- Donna. - La llamó mi mujer. - Tu novio nos está haciendo la vida imposible. Necesitamos respuestas.

- ¿Qué quieres saber?

- ¿Por qué provocaste ese accidente?

Para Donna, parecía que lo más importante en la habitación eran sus manos. Las miraba como si fueran ellas las que le hablaban.

- Él me obligó.

- ¿Daniel Bass?

Negó con la cabeza.

- Nikolai.

La francesa jadeó y asintió, yo tomé su mano y ella me la apretó.

- ¿Qué te dijo Nikolai para que hicieras eso?

- Que se quedaría conmigo aunque mi hijo no fuera suyo. Y que me amaba.

- ¿Por qué quería que lo hicieras?

- Porque quería que muriérais.

- ¿Por qué?

- Dijo que estabas embarazada de un hijo suyo.

- No estoy embarazada, y mucho menos de un hijo suyo.

- Él cree que vuestro matrimonio es una farsa. - Volvió su vista hacia la ventana. - Mucha gente lo cree.

Mi esposa y yo nos miramos extrañados.

- ¿Por qué creerían eso?

Donna se encogió de hombros.

L'affareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora