Capítulo 4: Daddy

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Alessandro

Me paré a pensar en la situación en nuestra mafia, la cual no estaba tan bien como lo estaba el año pasado. Normalmente, las alianzas entre distintas organizaciones hacían que el negocio en estas fluyera; los matrimonios no eran nada extraño y a pesar de que casarse sin amor era la mayor de las putadas, tenías ciertos privilegios. Uno de ellos era que la mujer no tenía por qué testificar en caso de que se la acusara de algo. Eso le venía bien a Amélie. Otra ventaja era el buen nombre de la familia, que sería aún mejor si nos casáramos con una persona de la suya, ya que era bastante prestigiosa y conocida. Esto nos venía bien a nosotros, y en realidad, yo nunca tuve pensado casarme, así que si no lo hacía yo, le tocaría a Fiorella. Y quién sabe con quién tendría que hacerlo.

Por mi parte estaba decidido, a ambos nos convenía casarnos.

- ¿Y eso sería tan malo? - Pregunté después de sopesar las dos opciones y las ventajas. - Sólo es un acuerdo.

La cara de Amélie era un poema.

- ¿Por qué querrías casarte conmigo? Literalmente nos odiamos.

Yo suspiré.

- ¿Quién ha dicho que te odie? Además, esto va más allá de nuestra relación. Es la vida de mi hermana y la tuya, si nos casamos podemos dejar a Bass como el completo loco que es.

Ella pareció pensarlo y luego volvió a mirarme.

- No hay otra opción donde no entre el matrimonio, ¿Verdad?

- Me temo que no. - Respondí. Ella asintió y por segunda vez en el día y en toda mi vida, pude ver como dejaba a sus emociones dominarla; aunque esta vez, no hizo el intento de ocultarlas. No lloraba, sólo estaba cabizbaja y sus ojos expresaban decepción.

- Está bien. - Murmuró y se fue.

Amélie

¿Tenía ganas de casarme? Claro que no. Y con Alessandro, menos aún. Pero prefería no poner aún más en juego mi vida y la de Fiorella, y el italiano se había ofrecido a literalmente arruinar su vida por nosotras. Aunque puede que él no lo vea así.

Cuando abrí la puerta de uno de los coches, mi bolso se resbaló de mis manos. Maldije y cuando quise recogerlo, Alessandro ya lo había tomado por mí y me lo extendía. Yo resoplé y lo cogí.

- Gracias.

- No es nada.

- No por el bolso, es...

- Ya.

Ah, vale. ¿Ahora todas nuestras conversaciones iban a ser así? Es decir, nos íbamos a casar en menos de dos semanas. Prefería pasarme toda mi vida discutiendo con él, como llevábamos haciendo desde que nos conocimos, a hablarnos así.

- Vamos. - Su voz me sacó de mis pensamientos.

Él abrió la puerta del coche y con su mano me invitó a entrar. Yo le hice caso, a pesar de que no me apetecía estar con él ahora mismo.

Cuando él cerró la puerta de mi lado, dio la vuelta al coche y se sentó en el asiento del conductor. Arrancó y comenzó a conducir; mis hormonas estaban disparatándose mientras miraba sus manos. Él era un hombre atractivo, pero no me había fijado en las venas de sus brazos y en los anillos en sus dedos. Tenía unas buenas manos que me encantaría usar de collar..

- ¿Tú piensas igual? - Preguntó.

- ¿Qué?

- ¿Cómo que qué? - Me miró extrañado. - ¿No me estabas escuchando?

L'affareWhere stories live. Discover now