Capítulo 27: ¿A dónde vamos después de la muerte?

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2 meses después
Fiesta durante el verano

Llevaba sin ver a la pelirroja unos días, lo cual era extraño ya que siempre se presentaba en absolutamente todas las fiestas. Siempre intentaba hablar con ella sobre su padre, intentando tocarle la fibra sensible y que se soltara conmigo. Quería saber quién había matado a Alice, y ella quizás sabía algo. Tenía que intentarlo. Si me lo contaba mataría dos pájaros de un tiro.

- ¿Y Amélie? - Pregunté.

- No va a venir. - Me contestó Ray. - Dice que le incomoda estar cerca de ti.

- Es una niña, sólo fue un puto beso.

- ¡Exacto! ¡Es una niña!

- Cállate. - Miré al rededor y vi a una pelirroja entrando a la casa. - Mira, ¿esa no es...?

- ¡Amélie! - La llamó y se acercó a nosotros.

- ¡Ray! - Abrazó a mi mejor amigo. - Nikolai. - Saludó incómoda.

- ¿Bebemos algo? - Les pregunté. Ellos asintieron y nos dirigimos a la cocina, donde había mucha gente haciendo lo mismo que nosotros: beber.

Unas horas después, Amélie bailaba muy íntimamente sobre una mesa con una chica rubia. No sé en qué momento ellas se empezaron a besar, pero sentí celos. No los celos que se sienten cuando estás enamorado, sino los que se sienten cuando te quitan algo que es tuyo.

La bajé de la mesa y la cargué en mi hombro como si fuera un saco. Ella estaba muy borracha y probablemente había tomado alguna droga dura.

Dejé a Amélie en el suelo cuando estuvimos en la calle, alejados del ruido.

- ¿Qué estás haciendo?

- Te llevo a casa.

- ¡No! - Gritó.

- Amélie, estás drogada y borracha.

- ¿Y? ¿Quién te crees que eres? ¿Mi padre?

Entonces se me ocurrió la idea perfecta.

Intenté parecer enfadado.

- Si me hubieras dejado hablar contigo sobre esto, sabrías que tu padre me encomendó cuidarte.

Ella palideció.

- Puedo cuidarme sola.

- Tu padre no pensaba igual. - Mentí. - Por eso me dejó a mí los anillos de Flamme.

En realidad no tenía esos anillos, y sólo sabía de su existencia porque Víktor se los había quedado cuando maté a Pièrre, aunque tenerlos no le daba ningún tipo de autoridad sobre la mafia, pero podrían sernos útiles en el futuro.

- ¿Qué? ¿Por qué...?

- Porque él no creía que estabas preparada. - Me inventé. - Pero yo si lo creo, puedo dártelos.

- Vas a dármelos. - Demandó.

Ese tono y esta conversación me estaban recordando tanto a Alice, que lo poco que había bebido en esa fiesta definitivamente me jugó una muy mala pasada, hasta el punto de pensar que realmente era ella, mi Alice.

Una felicidad me invadió al saber que ella estaba de vuelta conmigo, que no se había ido. Hablaba sobre unos anillos que supuse que serían los de nuestra boda.

- Están en nuestra casa, vamos a buscarlos.

Me obedeció y comenzó a caminar en zig zag hasta mi coche.

Ella sola se metió dentro y me hizo conducir hasta mi casa. Durante el camino, la miraba de reojo y no podía dejar de pensar en que realmente ella estaba allí.

L'affareWhere stories live. Discover now