La pequeña Greene {parte tres}

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Aquella conversación fue el punto de partida para la recomposición de la relación de los dos viejos amigos. Se tomaron las cosas con calma, comenzando por pasar más tiempo juntos y hablar abiertamente, como solían hacerlo cuando eran niños. Al principio, Evangeline pensaba que las cosas serían incómodas. En tan poco tiempo habían pasado por tantas cosas que era de esperarse que sus primeros intentos por entablar una conversación resultaran extraños. Después de todo, habían pasado de casi no hablarse a besarse. Y luego ella le había dicho que no confiaba en él. Las cosas no se podían volver más incómodas.

Pero para su sorpresa, sus primeros encuentros resultaron ser agradables. Ambos evadieron los temas incómodos y la charla fluyó naturalmente. Pronto se olvidó de todas las dudas y nervios que tenía respecto a la decisión de arreglar su relación y disfruto de pasar tiempo con un amigo.

Con el paso del tiempo Evangeline se dio cuenta que Carl no había cambiado tanto como ella pensaba. Actuó como un idiota inmaduro y lastimó a las dos chicas en el proceso, pero fuera de eso seguia siendo el chico agradable que la habíia cautivado desde el primer día. En menos tiempo del que esperaba, las cosas entre ellos mejoraron considerablemente. El cambio en su forma de actuar alrededor del otro se dio de forma tan lenta y sutil que no se dieron cuenta hasta que fue demasiado tarde. Y lo que comenzó como una amistad evolucionó en algo más.

Todo empezó cuando se tomaron de las manos un día mientras caminaban por la comunidad. Lo hicieron sin pensarlo, solo porque se sintió natural. Y les agradó la sensación que les recorrió el cuerpo al entrelazar sus dedos, así que continuaron haciéndolo. Luego vinieron los abrazos de todo tipo y a todo momento, junto con las miradas furtivas cuando creían que el otro no los veía. También apareció el anhelo por el contacto físico y la compañía.

Solo cuando comenzaron a robarse besos es que se dieron cuenta de que no eran solo amigos. Había algo más entre ellos, una energía que los unía de una forma especial que ningún par de amigos experimentaba. Ambos lo sentían, pero ninguno hacía nada al respecto. Temían abrir la boca, decir algo que no debían y así terminar arruinándolo todo. Preferían disfrutar de los besos ocasionales y sufrir en silencio cuando se separaban antes que arriesgarse a perderlo.

La primera vez que se besaron fue Evangeline la que inició el acto. Se había despertado llorando luego de tener una pesadilla muy realista en la que Carl se moría y sin pensarlo dos veces corrió a su casa para asegurarse de que estuviera bien. Cuando él la vio en aquel estado se preocupó y la dejó entrar a su habitación de inmediato. La abrazó y consoló por un largo rato, mientras ella sollozaba en su pecho. Le ayudó a respirar profundo para calmar sus nervios y le aseguro una y otra vez que ambos estaban a salvo y que él nunca la dejaría sola otra vez.

Luego de un tiempo Evangeline consiguió dejar de llorar, pero no quería alejarse del lado de Carl. Tampoco quería cerrar los ojos, demasiado asustada de que las imágenes horribles de su sueño volvieran a su mente cuando lo hiciera. Entonces, Carl le ofreció quedarse a dormir con él esa noche y ella aceptó.

Los dos se acostaron en la cama del chico y apagaron las luces. Carl se aseguró de rodear a Evangeline con sus brazos y ella escondió el rostro en su pecho. Podía escuchar el sonido que hacía su corazón con cada latido y sentir como sus músculos se expandían y contraían con cada respiración. El aroma natural y único que desprendía su piel inundó las fosas nasales de la joven, nublando su pensamiento. Sintió que Carl le depositaba un delicado beso en el centro de la cabeza, así que se movió para poder mirarlo a los ojos.

La luz de la luna que se colaba por la ventana le fue suficiente como para distinguir el brillo en los bellos ojos azules que le devolvieron la mirada. Se perdió en ellos, en la sensación de seguridad y calma que le transmitían. Y antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, acortó la poca distancia que los separaba.

TWD: Carl Grimes One ShotsWhere stories live. Discover now