La sobrina de Deanna {parte uno}

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Ron estaba preocupado por Kat. Su mejor amiga estaba pasando por un momento difícil tras la repentina muerte de sus padres y él no sabía qué hacer para ayudarla. La alegre y dulce chica que tanto quería —demasiado para ser solo su amiga honestamente— había desaparecido. Ahora Kat era mucho más seria, su chispa se había apagado, y parecía querer esconderse cada vez más dentro de sí misma. Estaba sufriendo y él trataba de consolarla lo mejor que podía, pero en el fondo sabía que ninguna palabra que saliera de su boca podría jamás aliviar el dolor que sentía.

Últimamente, Ron notó que algo andaba mal con su amiga. Y sus sospechas se confirmaron cuando la vio escabulléndose a las afueras de Alexandria. No sabía con exactitud para qué lo hacía, pero pasaba allí un buen par de horas, y cuando regresaba se la veía cansada y sucia, como si hubiera pasado todo ese tiempo corriendo por el bosque y revolcándose en el lodo. Ron quería contarle a Deanna al respecto. Ella era su tía, la única familiar con vida que le quedaba, tenía derecho a saber. Además, estaba convencido que ella sabría que hacer para ayudar a su sobrina. Pero antes de contarle Ron quería intentar descubrir qué era lo que Kat hacía allí afuera por tanto tiempo.

Y esa era la razón por la que se encontraba pasando el rato con sus amigos sin prestar atención a lo que pasaba a su alrededor. Mientras esperaba su turno para jugar a lo que sea que los demás habían elegido de la gran colección de videojuegos que poseían, su vista no paraba de fijarse cada cinco segundos en la ventana. Hacía un par de horas había visto a Kat salir de Alexandria y según sus cálculos debería estar regresando. Quería hablar con ella sobre sus escapadas y se había propuesto que hoy iba a ser el día. No podía esperar más para contarle a Deanna, de lo contrario algo malo podría pasarle a Kat allí afuera y entonces la culpa no lo dejaría tranquilo.

—Ey, Ron ¿estas bien?

La pregunta de Carl lo sacó de sus pensamientos. Su mirada se apartó de la ventana solo un momento para fijarla en el chico sentado a su lado. Entonces asintió levemente con la cabeza en forma de respuesta y sus ojos volvieron a pegarse a la gran ventana ubicada a su derecha. Ron podía sentir la mirada de su amigo sobre él. Su vaga respuesta claramente no había sido suficiente como para convencerlo de su bienestar.

Estaba a punto de voltearse a decirle algo más para que dejara de preocuparse cuando Kat apareció en su campo visual. Y entonces dejó todo lo que estaba haciendo para correr tras ella, sin importarle mucho las miradas de desconcierto de todos sus amigos en la habitación.

Cuando Ron llegó a la sala, Kat estaba cerrando sigilosamente la puerta de entrada de la casa. Ella no sabía que todos estaban allí y quería escapar de las miradas acusadoras que sus amigos pondrían si la vieran en aquel estado. Los quería, pero ellos no la entenderían. Nadie lo hacía últimamente, ni siquiera su propia tía. Cuando se dio la vuelta dispuesta a correr hacia el baño —de donde no planeaba salir hasta que todo rastro de tierra y sangre desapareciera de su cuerpo—, se encontró con Ron parado a tan solo unos metros de distancia, bloqueando el paso con su cuerpo. Tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido. Kat maldijo para sus adentros e intentó evitar su mirada. Continuo como si nada pasara, como si no estuviera cubierta de las entrañas de muchos caminantes, e intento pasar rodeando a Ron. Pero en cuanto él se dio cuenta de su plan, se movió nuevamente para no dejarle espacio.

—Vamos Ron —dijo en un tono de súplica la chica esperando que eso bastara para que la dejara pasar.

—No hasta que me digas que te paso.

Kat apretó los labios y miró a su amigo fijamente. Nunca podría decirle lo que le había pasado en el bosque, por lo menos no sin provocarle una falla cardíaca. Él nunca entendería lo que hacía ni por qué lo hacía. Creería que estaba volviéndose loca por el dolor de la muerte de sus padres. Y no sería el primero. Todos en Alexandria la trataban diferente desde el trágico accidente que había acabado con la vida de sus padres. Medían sus palabras delante de ella y la miraban con lástima en sus ojos. Kat lo odiaba casi tanto como odiaba sentirse sola e indefensa. No podía hacer nada para cambiar la forma en la que los demás la veían, pero si podía esforzarse para cambiar lo que ella sentía. Por eso salir al bosque era algo tan importante para ella.

TWD: Carl Grimes One ShotsWhere stories live. Discover now