Confesiones

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Era la tercera vez que Luna se encontraba en la misma situación, dando vueltas en su habitación, armándose de valor para confesarle sus sentimientos al chico del que había estado enamorada hacía años. Carl y ella se habían conocido en el campamento de Atlanta cuando ambos eran pequeños y, a medida que pasaron los años, formaron un gran vínculo de amistad. No fue hasta después de que se instalaron en la prisión abandonada que Luna descubrió que sus sentimientos por él habían cambiado. Ella ya no lo veía solo como un amigo, sino que con frecuencia imaginaba que se sentiría ser algo más. Nunca había intentado decirle la verdad al respecto, siempre demasiado asustada de perder su amistad.

Pero en los últimos meses ocultar sus verdaderos sentimientos se había vuelto más difícil. En Alexandria había otros chicos de su edad y una chica específicamente le estaba trayendo problemas. Enid y Carl cada vez se volvían más cercanos y Luna no podía evitar sentirse celosa. Luego de mucho pensar, llegó a la conclusión que lo mejor sería confesarle a Carl lo que sentía por él. Prefería arriesgarse y posiblemente arruinar su amistad a no hacer nada y perderlo cuando se fuera con Enid. Decidir aquello no le había sido sencillo, pero más difícil le resultó encontrar el valor y las palabras correctas para hacerlo.

La primera vez que lo intentó se quedó muda tan pronto como los ojos de Carl se posaron en ella. Un nudo se había formado en su garganta que evitaba que las palabras salieran de su boca. Luego de un incómodo silencio, terminó diciéndole que había olvidado lo que quería decirle y salió corriendo de allí.

Su segundo intento fue incluso más patético que el primero. Esta vez no se había quedado muda, las palabras salieron de su boca solo que no exactamente como ella quería. Sus frases ambiguas resultaron en Carl creyendo que todo lo que acababa de decirle lo hacía desde su lugar de amiga. Él la abrazó y con mucho cariño le contestó que él también la quería y que ella era como una hermana para él. Luna no dijo más nada luego de eso, demasiado avergonzada como para corregir sus palabras.

Habían pasado unas tres semanas de ese incómodo y horrible segundo intento de confesar sus sentimientos y Luna creía que ya era momento de intentarlo una vez más. Solo que esta vez tenía sus experiencias pasadas como guía para saber lo que no debía hacer. Se sentía con más confianza que las otras dos veces. Incluso si todo salía mal, nada podría ser más patético que quedarse en silencio o darle a entender que lo quería como a un hermano.

A pesar de todo, una parte de ella aún temía arruinar su amistad, pero intentó acallar esos pensamientos. Después de todo por lo que habían pasado juntos, Carl se merecía que ella fuera sincera con él. Si la rechazaba lo más probable es que su relación se viera afectada, pero confiaba que su amistad era más fuerte y serían capaces de superarlo.

—Está bien, Luna, tú puedes —se dijo a sí misma mientras observaba su reflejo en el espejo frente a ella—. Solo recuerda: no te quedes muda y sé muy clara con tus palabras.

Luego de darse un par más de palabras de aliento, Luna salió de su casa en búsqueda de su amigo. Para evitar momentos incómodos decidió que lo mejor sería juntarse con él a pasar el rato como normalmente hacían y hablarle sobre sus sentimientos cuando se sintiera lista. Así si se quedaba sin palabras no tendría que salir corriendo casi inmediatamente por la vergüenza. Estaba convencida de que luego de tantos fracasos era imposible que esta vez las cosas fallaran. Había analizado todas las cosas que había hecho mal en sus intentos anteriores para asegurarse de que su tercer intento fuera el último.

Cuando llegó a la casa de Carl rápidamente se dio cuenta de lo equivocada que estaba, al ver la sala de estar ocupada por los demás chicos de Alexandria. Le sería casi imposible hablar en privado con él teniendo tanta gente alrededor. Bueno, en realidad podría hacerlo pero lo más probable es que todos escucharan. Y si él la rechazaba tendría que enfrentar la vergüenza frente a un grupo de personas que, siendo honesta, ella no quería demasiado.

TWD: Carl Grimes One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora