Runaway {parte dos}

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—¡(t/n), hay personas en la entrada! —te advirtió Matt, que había ido a buscarte corriendo en cuanto divisó a lo lejos a un grupo de extraños caminando hacia las puertas de su campamento.

Aquella noticia te extrañó. Poca gente encontraba su campamento. Por lo general eran ustedes los que traían a alguien hasta allí y no al revés. Decidiste que debías verlo por ti misma así que seguiste a Matt hasta los puestos de vigilancia y observaste. Aquellas personas tenían un aspecto fatal, caminaban lentamente, como si hubieran estado a pie desde hacía horas. Sus ropas estaban hechas jirones en muchos casos y llenas de polvo. Parecía que venían de una guerra.

Y entonces los reconociste.

Era un grupo de gente de Alexandria.

—¿Qué hacemos? —te preguntó tu amigo y segundo al mando, Matt.

—Esperen a que lleguen a la puerta y entonces pregúntenles qué buscan —ordenaste y en seguida Matt se dispuso a informar a quienes estaban en los puestos de vigilancia cercanos a la entrada —. Y manténgase alerta, no podemos confiar en ellos.

—Hablas como si los conocieras.

No contestaste. No querías admitir que aquello era cierto. En su lugar, les pediste que te mantuvieran informada, y te fuiste a esperar a la sala de reuniones. Te sentaste allí sola mientras los eventos que habían sucedido en este último tiempo se repetían en tu mente como si de una película se tratase.

Después de abandonar Alexandria habías pasado varios días merodeando por el bosque. No tenías un plan fijo o una mínima idea de a donde ir. Lo único que querías era alejarte lo más que podías de allí. Se te estaban acabando las provisiones y ya estabas cansada de dormir encerrada en autos abandonados o escondida entre los arbustos. Pero por sobre todas las cosas, no podías soportar el olor a muerto que la sangre de caminante emanaba desde tu ropa. Al estar sola en el bosque pensaste que lo más inteligente sería vivir cubierta en su olor, y así evitar ser atacada. Pero luego de tantos días se te estaba volviendo algo insoportable.

Y entonces, una noche oscura de luna llena, un grupo de personas se presentaron ante ti en tu pequeño campamento improvisado en el bosque. Todos vestían de negro. Se presentaron como La Hermandad de la Oscuridad. Su líder, una mujer de unos 50 años de cabello largo, canoso y aspecto duro, confesó haber estado siguiéndote, estudiando tus pasos, para saber si valías la pena.

—¿Para qué? —recordabas haberle preguntado extrañada.

—Para unirte a nosotros.

Aquella mujer y sus acompañantes te habían escoltado hasta su campamento ubicado en la profundidad del bosque. Muros de varios metros de altura se alzaban formando un enorme cuadrado que encerraba en el centro una gran cabaña de madera. Una vez allí, tuviste una larga conversación con Ellen, la líder del grupo, en donde le contaste tu historia y ella te explicó como funcionaban las cosas allí.

Ellen siempre te repetía que tenías un gran potencial. Ella te tomó bajo su protección y se encargó de enseñarte todo lo que sabía sobre cómo sobrevivir, que, al fin y al cabo, era lo que la había llevado a ser la líder de aquel grupo.

Aprendiste rápidamente las dinámicas con las que se manejaban en La Hermandad de la Oscuridad. Aquel nombre provenía de la estrategia que usaban para sobrevivir, y esta era siempre esperar al anochecer para abandonar el campamento. Eso les daba la ventaja de ser casi invisibles para otras personas que pudieran estar cerca, por lo que no debían preocuparse de ser encontrados y atacados por grupos que quisieran robarles. Esa era la regla principal, y fue lo primero que Ellen se había encargado de que comprendieras.

Incorporaste rápidamente todo lo que Ellen te enseñaba. Ella estaba orgullosa de ti y todo lo que habías crecido. Tanto confiaba en tus capacidades que, en su lecho de muerte te había dejado su lugar de líder. Nadie había protestado, todos confiaban en su juicio. Si Ellen creía que eras la indicada para tomar su lugar, entonces debías de serlo. Además, no estabas sola, las decisiones importantes se discutían dentro de un concejo que representaba al resto del grupo. Aunque tu opinión era la que más valía, te asegurabas de nunca adoptar una postura sin consultarlo con los demás.

TWD: Carl Grimes One ShotsOnde histórias criam vida. Descubra agora