Act my age

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Después de pasar varios días deambulando por la carretera sin un rumbo fijo fue agradable encontrar un refugio con electricidad. Se trataba de un complejo residencial que parecía haber sido atacado por caminantes hace un tiempo. Las murallas, débiles e improvisadas, que las personas que se habían refugiado allí antes habían levantado estaban destrozadas. Algunas casas tenían las puertas y ventanas rotas. Otras las paredes manchadas de sangre. Y en tan solo un par aun se podían observar los restos de los previos dueños del lugar.

A pesar de todo, no había muchos caminantes en el área. La horda que parecía haber atacado la comunidad había seguido su camino luego de destrozar todo a su paso. Algunas casas se mantenían en buen estado, y en casi todas habían provisiones que los antiguos sobrevivientes no habían llegado a consumir. Dos casas contaban con generadores eléctricos cargados, así que se refugiaron allí por el momento.

Luego de revisar que no hubiera caminantes dentro, se dividieron el espacio entre todos los miembros del grupo. A ti te tocó quedarte en una habitación preparada para niños con Carl y Judith. El cuarto tenía paredes coloridas y estaba repleto de juguetes que captaron la atención de la niña inmediatamente. Era la habitación mejor conservada con la que te habías topado en mucho tiempo, lo que te llevó a preguntarte hace cuanto que este lugar estaba abandonado. Juzgando por las casas en las que se estaban quedando, parecía que la comunidad había sido una de las primeras en formarse cuando el caos se desató, y de las primeras en caer. La gente que había vivido allí era probablemente vecina desde hace mucho tiempo. Las habitaciones que ustedes recorrían ahora probablemente habían visto morir a sus dueños.

Sacudiste la cabeza levemente para alejar los pensamientos sombríos de tu mente. No querías llegar a conclusiones sobre el destino fatal que los niños que solían vivir allí habían tenido. En su lugar te concentraste en Judith, que miraba la habitación con los ojos abiertos como platos por el asombro.

—¡Mira qué lindo lugar, Judy! —exclamaste con alegría hacia la niña en tus brazos—. Ven, vamos a jugar con el bebé.

—Ja, ja, ja, muy graciosa —contestó Carl con tono irónico—. No pienso tocar nada aquí, solo vine a dormir.

—Oh, vamos, Carl, tienen todo lo que un niño de tu edad podría querer. Ahí hay bloques y una casita para jugar a la familia, libros con dibujitos, libros para pintar y lápices de colores —comentaste con un tono burlón mientras señalabas las cosas en la habitación—. Hasta hay dvds de Zoboomafoo y Dora la exploradora para cuando te canses de jugar.

—Ya no necesito eso, no soy un niño. Ya no tengo derecho a serio, no en el mundo en el que vivimos —dijo de forma inexpresiva.

Su respuesta te dio pena. Tu amabas burlarlo por actuar como un niño, pero la verdad era que Carl estaba bastante alejado de lo que se consideraría un chico normal de su edad. Tu dejabas salir tu lado infantil e inmaduro a través de tus bromas hacia él. Intentabas que él se uniera y dejara de lado su fachada de hombre rudo, pero no siempre funcionaba. Era triste que tuviera tan naturalizado el actuar como un adulto a sus 16 años, sobre todo sabiendo las experiencias de vida que lo habían llevado a actuar de esa manera. Soltando un suspiro, te acercaste a él y pusiste una mano en su hombro.

—No tiene nada de malo divertirse y hacer cosas de niños de vez en cuando —le comentaste con un tono amable—. Divertirse como alguien de tu edad y fingir que nada malo pasó por un rato no te hará menos hombre o algo así. Además, nadie está viéndonos.

—Tú sí me ves —argumentó él.

—Pero yo ya sé que eres un bebé —le contestaste con tu tono burlón característico—. Así que andando, a jugar bebito —agregaste mientras lo empujabas para obligarlo a caminar.

TWD: Carl Grimes One ShotsWhere stories live. Discover now