Loved you first

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La primera vez que Carl vio a Deneb creyó estar atrapado dentro de un sueño en el cual conocía a la chica más bonita del mundo. Sus brillantes ojos violetas lo miraban con curiosidad mientras Rick la presentaba al resto del grupo y les contaba que la había encontrado caminando sola a un par de kilómetros de la prisión. Su padre quería que él se encargara de mostrarle a la chica el lugar dado que ahora viviría allí con ellos, pero Carl no estaba seguro de poder hablar frente a ella.

La belleza de Deneb lo había dejado totalmente asombrado y sin aliento. En su corta vida el chico nunca había experimentado el amor. Todo lo que sabía acerca de él era lo poco que había aprendido de películas. Pero estaba bastante seguro que así era como se sentía el amor a primera vista.

Con el paso del tiempo Carl y Deneb se volvieron amigos, por lo que el chico se vio forzado a esconder sus verdaderos sentimientos hacia ella para no perder la tan preciada amistad que tenían. Intentó luchar contra lo que sentía, olvidarse del cosquilleo y la felicidad que lo invadía cada vez que estaba a solas con ella e intentar verla solo como a una amiga. Pero sus esfuerzos fueron en vano puesto que aquella lucha estaba perdida desde el momento en el que había escuchado su risa por primera vez. Carl estaba completamente enamorado de Deneb y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.

Carl estaba convencido de que Deneb era la chica perfecta. No sólo era hermosa con sus brillantes ojos violetas, su largo cabello castaño claro y su suave piel blanca como el papel, sino que también era una persona maravillosa. Deneb era una chica alegre, compasiva y trabajadora. Todos en el grupo la adoraban. Resultaba casi imposible no hacerlo cuando todo lo que su ser irradiaba era felicidad, esperanza y amor.

Pronto todos en la prisión se dieron cuenta que el nombre de la joven —que pertenece también a la estrella más brillante de la constelación Cygnus— la representaba a la perfección debido a que Deneb se convirtió en el rayo de luz que iluminaba los momentos grises del grupo. Ella era a quien muchos en la comunidad acudían si estaban tristes o molestos porque sabían que encontraría la forma de alegrarles el día. Era una especie de don natural que tenía. No necesitaba esforzarse, simplemente abría la boca y las palabras que salían de ella traían consuelo a quien lo necesitara. Era como si el grupo de la prisión tuviera su propia estrella brillando entre ellos, cuidando de todos y asegurándose de que estuvieran bien.

Que alguien tan joven mantuviera un espíritu alegre y positivo en un mundo tan horrible como en el que vivían ahora era algo impresionante y poco frecuente. ¿Cómo podría Carl evitar enamorarse de ella si estaba en presencia de un ángel caído del cielo?

Cuando el grupo llegó a Alexandria después de perder la prisión en manos del Gobernador a nadie le sorprendió el hecho de que en un corto periodo de tiempo Deneb ya conociera a más de la mitad de las personas que vivían en la comunidad. Después de todo, le había tomado tan solo una semana ganarse la confianza de todos en la prisión —y tan solo un par de días la de Carl.

La adaptación a la nueva comunidad no fue fácil para nadie, y Deneb no era la excepción. Aunque su forma de ser le permitía adaptarse a casi cualquier situación y ganarse la confianza de todos en cuestión de días, el modo de vida que mantenían en Alexandria era muy diferente a lo que ella —o cualquiera del grupo de la prisión— estaba acostumbrada.

Pero a pesar de ello, nadie podía esconder el hecho de que se sentían realmente felices de estar allí. Era agradable encontrar un refugio seguro y sin trampas para variar. Al recorrer la comunidad no podían evitar ser atravesados por una ola de esperanza. Alexandria era un lugar en donde, por primera vez desde que habían perdido la prisión, todos podían imaginar un futuro.

Deneb, al igual que los demás de su grupo, no estaba del todo cómoda con el modo en que las cosas funcionaban en la comunidad. Dentro de los muros de Alexandria nada parecía haber cambiado y aquello era algo que le resultaba extraño. Tantas cosas habían pasado desde que el primer brote de caminantes encontró su camino en las calles de las ciudades al rededor de todo el mundo que le daba la sensación de que aquella sociedad organizada en el que un día había vivido junto a su familia era tan solo el recuerdo de un viejo sueño que había tenido. Pero a pesar de lo extraño que todo le resultaba, Deneb no dejaba de tener una sonrisa en el rostro. Alexandria necesitaba algunos cambios, pero no podía negar que era el lugar perfecto para construir un futuro. Aquella esperanza era lo que le daba —a ella y a todos los demás de su grupo— las fuerzas que necesitaban para luchar por un lugar en la comunidad.

TWD: Carl Grimes One ShotsWhere stories live. Discover now