CAPÍTULO TREINTA Y TRES

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¿Han intentado caminar con una espina atravesada en la planta del pie? Lo sé. Duele como la mierda; Ahora imagínense intentar hacer latir un corazón con una daga envenenada metida en el centro del pecho.

Mis sueños estaban en blanco y negro, era como estar ciego, con terror a cerrar los ojos, cagando de miedo por el presentimiento de que la pesadilla nunca terminara.

Pero de pronto apareció ella, con su luz, con su fuerza...Busqué un millón de razones para no sentir esto.

Quisiera que doliera quererla, pero no duele.

Y tengo una leve idea de hacia dónde va todo esto, pero solamente soy capaz de gritárselo en el silencio.

-¿Otra vez escribiendo, Hijo?- Preguntó Mamá Dinah tan pronto observó a Matías sentado en el sofá y sumamente concentrado en el sharpie y papel que sostenía entre sus manos esposadas.

Tenía prohibido el uso de lápiz o bolígrafo ya que debido a su condición como prisionero de alta peligrosidad se consideraban armas blancas.

-¡MAMÁ DINAH!- Exclamó boquiabierto y no tardaron en humedecerse sus ojos. -Viniste- Un pequeño atisbo de esperanza se formaba en su garganta al pronunciar las palabras. Se levantó del sillón y se acercó tan rápido como el grillete electrónico instaurado en su tobillo se lo permitía.

-Claro que vine, hijo- Lo envolvió con toda la fuerza que su alma y sus años le permitían. Él no podía abrazarla, pero ella lo abrazaría por los dos. -Nunca voy a dejarte solo- Sus ojos se llenaron de lágrimas. Era un momento bastante fuerte a nivel emocional: Alegría por verlo, rabia y tristeza por ser incapaz de ayudarlo.

-Odio que me veas así- Se señaló a sí mismo tan pronto terminó el emotivo contacto físico. -Todo encadenado como si fuera un animal salvaje-

-Tonterías, cuando niño te bañaba y te veía desnudo, ¿Qué más da verte amarrado?-

Matías enrojeció. Aunque eso no fue nada comparado con... -Así que escribiéndole cartitas de amor a tu Psiquiatra como un adolescente-

-¿Qué dices?- Preguntó muerto de vergüenza mientras sentía temblar la hoja arrugada entre sus dedos. -Es...- Se aclaró la garganta. -Sólo...Ya sabes, escribo creepypastas para que se hagan menos lentas las horas- Y entonces formó una pelota de papel que lanzó lo mas lejos que pudo. Claro que con esposas colocadas en las manos esa lejanía no fue más allá que la mesa de centro.

-Ya ya, no es necesario que te pongas como un tómate, la chica es hermosa y no es una cabeza hueca como la mayoría que andan rondando por la Ciudad-

-Mamá Dinah- Gruñó.

-Siéntate y escúchame- Le ordenó con toda la jerarquía que solamente esa mujer era capaz de ejercer entre todos los personajes de esta historia. Por supuesto que él obedeció cual perro regañado. -Ya sé que la época de oro del cine quedó atrás hace muchos años junto al tema de los matrimonios arreglados, pero todavía tengo mis mañas para convencer al de allá arriba, así que no me rezongues cuando te digo que esa mujer me gusta para ti-

-Pero yo no me gusto para ella- Respondió cabizbajo.

-¿De dónde sacas eso, muchacho baboso? ¿Ya se lo preguntaste? ¿Estás tomando la decisión por ambos?- Lo reprendió furibunda y lo golpeó tan fuerte como pudo con su bolso de mano.

-¿Qué? ¡NOO! ¿Cómo así? ¡Está casada!- Exclamó casi asustado al sentir uno de los pesados frascos de crema para la cara contenidos en el bolso golpeando su cabeza.

-¿Es que acaso me he perdido de algo y el divorcio dejó de existir?-

-A ver, Mamá Dinah- Matías respiró profundo. -Ella es una mujer exitosa, independiente...No puedo obligarla a vivir atada a un prófugo y además convertirla en madre de un niño ajeno-

EL HUBIERA SÍ EXISTE  (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora