capitulo1

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Una mujer atravesó las paredes blancas de ese hospital. Estaba desesperada, otro día más en el que ella estropearía las cosas, eso era inconcebible. El fisioterapeuta responsable de ella, Simon, fue grosero, impaciente y extremadamente impetuoso. ¿Cómo le explicaría la pobre chica que su simple tarea de encontrar el cuarto veintitrés había fracasado estrepitosamente?

¿O eran veintiséis?

Camila tenía mala memoria y estaba en el año de práctica de fisioterapia, su último año, y ese mismo día  pasó en más de quince habitaciones, pero algún estúpido dejó caer café en su bata de laboratorio, manchando el último número de la habitación que ella se suponía que debía ir.

Estaba exhausta, solo necesitaba una buena ducha y su cama. Ni siquiera le importaría si Dinah, su mejor amiga loca y compañera de cuarto en la república en la que vivía, estuviera escuchando música fuerte ese día. Estaba tan agotada que seguramente tan pronto como llegara apoyaria la cabeza en la almohada.

Camila tenía veintidós años, tenía una belleza cruda pero hermosa. Odiaba el maquillaje y cosas por el estilo para su rostro, siempre prefirió lo natural. Su cabello era castaño y ligeramente ondulado; no era alta y, a pesar de su perfil delicado y dulce, tuvo mala suerte en su vida amorosa, por eso siempre ha sido completamente nerd.

- Está bien, respira. - dijo, ajustándose la bata de laboratorio y quitándose un mechón de pelo de los ojos. -- Puedes hacer eso. Los ojos color Marrón se centraron en el número veintitrés de la puerta. - Si no es así, discúlpate y todo irá bien.

- Cabello, ¿Estas bien? - la voz gruesa de Simon la sobresaltó, emitiendo un leve chillido y llevándose la mano al pecho. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea!

- S-Si. - Dijo tartamudeando, viendo al hombre dejar caer las gafas hasta la punta de la nariz y mirarla seriamente.

- Entonces, ¿por qué estás parada frente a esa puerta en lugar de entrar y trabajar?

- Yo ... Sí ... solo estaba por entrar. - dijo ella, sonriéndole amarillentamente antes de llevar su mano al pestillo plateado de la puerta y abrirla.

Entró rápidamente, cerró la puerta y respiró aliviada.

-- ¿Quien eres? - La voz de una mujer hizo a Camila sentir un segundo susto y dar otro salto, volviéndose hacia la dueña de la voz. La mujer tenía ojos verdes y su piel era clara. Estaba sentada en una silla junto a la cama de un paciente; sus ojos estaban hundidos, oscuros bajo los ojos y totalmente apagados. Llevaba un kit de tejido con ella.

-- Yo... -- Camila camino hacia la cama, ya sabiendo que habia cometido un error, porque su último paciente era um hombre mayor, y en lo contrário, en la cama había una hermosa mujer, bastante pálida, pero hermosa y joven. -- Disculpe la molestia. Soy nueva en este hospital y me acabo de dar cuenta de que me equivoqué sobre el número de la habitación.

Una risa dulce pero dolorosa llenó la habitación antes de que la mujer la mirara meticulosamente.

- ¿En qué año estas?

-- ¿Perdón? - preguntó Camila confundida.

- ¡Apuesto a que eres becaria o estudiante de algo en el área de la salud! Déjame ver… - dijo ella, sin mirar la bata de laboratorio, porque ahí estaba la profesión y le encantaba adivinar. -- Cirugía.

- ¡Ew! No. - dijo Camila riendo. - No soy médico, estoy en el último año de fisioterapia.

- ¡Oh, hermosa profesión! - Dijo la mujer sonriendo gentilmente. - No te preocupes, querida, durante estos catorce años no fuiste la primera en venir a nuestra habitación. - Los ojos curiosos de Camila se desviaron hacia la joven que estaba inconsciente. - Creo que en realidad son más de mil. Este hospital es enorme.

- Lo siento, pero ... ¿Qué tiene ella? - La mujer exhaló el aire de sus pulmones y miró a la chica ahí en la cama.
- Está en coma. Los médicos ya han sugerido dejar de usar las máquinas, pero no puedo renunciar a mi única hija. - Dijo ella con tristeza. - Y nunca lo haré.

¡Oh demonios! ¿No podría haberse disculpado y marcharse? ¿Cómo encontraría palabras que reconfortaran tal dolor? ¡Imposible! Nada podría calentar el corazón de esa pobre madre indefensa.

- Lo siento, ¿mencionaste catorce? - La mujer asintió desolada.

- Era solo una niña pobre e inocente. - Dijo la mujer sintiendo fluir una lágrima. - Ese día me rompí un brazo, perdí a mi marido y, bueno, a mi hija, después de pasar por cuatro cirugías cerebrales, entró en coma.

Solo un niña. Solo un niña. Solo un niña.

Mierda.

Camila no soportaba las historias tristes, su corazón no aguantaba, siempre lloraba al final del día.

-- ¿Cómo se llama ella? - La señora abrió mucho los ojos, sorprendida por la pregunta.

- Lauren. - Camila asintió.

-- ¿Y usted señora?

-- Clara.

- Bueno… - dijo Camila, inclinándose un poco y mirando a la chica inconsciente, parecía estar en completa calma. - Hola, Lauren. Mi nombre es Camila. - Dijo con toda la dulzura que había en su ser. - ¿Podrías despertar hoy? Tu mami se muere de nostalgia, angelito. - Obviamente no habría respuesta. - Espero que te despiertes pronto para que podamos jugar, ¿eh? Tengo una hermanita y le encantan las muñecas, ¿puedo prestarte algunas, de acuerdo?

Los ojos verdes de la señora Clara buscaron algo, pero no lo encontraron.

- Gracias, hija. - dijo ella, conmovida.

- No hice nada, señora. No me agradezcas, acabo de hablar con ella solo un rato. - dijo Camila gentilmente. - ¿Alguien más la visita?.

- Uuh, no desde hace doce años. - Le confesó. - Se rindieron con ella, pero como dije, no puedo hacer eso. - Camila sintió ganas de llorar, pero debería contenerse.

- Lauren, tengo que irme, mi jefe es un hombre muy aburrido… - dijo Camila riendo suavemente. - Pero rezaré para que despiertes pronto.

- Ve con Dios, querida. - dijo Clara.

- Qué este con, ustedes dos también. - dijo al ver a Clara empezar a llorar compulsivamente. -- ¿Qué paso? ¿Está bien? - preguntó, acercándose a la mujer.

- No le hagas caso a esta anciana. -- Ella dijo. - Es que de todas las mil personas que entraron por error, fuistes la primera en hablar con ella.

-- Bueno...

- Gracias, hija. Significó el mundo para mí.

- No llore, señora Clara. - suplicó Camila. - Realmente necesito irme, pero ...

- Oh, por supuesto. No quiero molestar. Adelante, cariño. - Camila asintió, colocando una mano sobre el rostro de Clara y atreviéndose a secar las lágrimas de la mujer.

- ¿Puedo volver al final de mi turno? Casi está terminando.

- No tienes que preocuparte por mi pobre alma solitaria. - Dijo Clara sonriendo afablemente.

- Vivo rodeado de buena gente, pero mi alma también está sola. ¿Qué tal si nos hacemos compañía? - Una sonrisa sincera nació en los labios de la mujer.

-- Te esperaré. - dijo Clara y Camila abrió una hermosa sonrisa.

- Hasta luego, señora. - Dijo levantándose. - Hasta luego, Lauren. - Dijo, caminando hacia la puerta. Tan pronto como la abrió, encontró a Simon todavía allí, con los brazos cruzados.

- Estaba esperando a ver cuánto tiempo le tomaría descubrir que vio al paciente equivocado. - ¡Mierda! ¿Terminaría alguna vez su racha de mala suerte?

En un Parpadeo ~TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora