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Capítulo dedicado a @bellcanbar gracias por darle una oportunidad a este historia y ser tan paciente con las actualizaciones, incluso si se me olvidan más de la cuenta 🖤

AGATHA
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Los primeros días que Etham me escribía o llamaba por hacerle algo siempre le decía que no.

Mensaje que me llegaba, mensaje que rechazaba.

Intenté aprovechar para estudiar esa semana y al final con la tontería de rechazarlo perdía mucho tiempo. Por eso, hoy, he aceptado su oferta de dar una vuelta y tomar algo juntos.

Aunque todavía no tenga todas conmigo.

E, incluso, he tenido que escabullirme de mi padre para salir con la excusa de imprimir unos apuntes. Se podía decir que a mi padre la noticia de que su hija le hubiera pegado un puñetazo no le agradaba bastante, la verdad.

Aunque eso no quitaba que el chico se lo merecía, decía él antes de añadir: «Pero hay otras formas de afrontar las situaciones».

Bajo las escaleras del edificio, con el corazón acelerado. Mentiría si dijese que no estoy nerviosa. Pero a la misma, estoy tranquila ante la perspectiva de estar los dos tomando algo juntos y relajado.

La única vez que habíamos estado así fue después de que nos marchásemos de la fiesta y acabásemos en su casa.

Al salir del edificio, su 4x4 es lo primero que capto. Me acerco y oigo el clic que hace una puerta al ser abierta. Entro, me abrocho el cinturón y cierro.

—¿A dónde quiere ir la fugitiva? —pregunta, divertido, a la misma vez que arranca.

—¿Fugitiva? ¿De qué hablas?

—Has salido de tu edificio mirando a ambos lados de la calle como si tuvieses prohibido salir —comenta, despreocupado.

—Es que es justamente eso.

—No sabía que eras tan rebelde.

—Hay muchas cosas que todavía no sabes de mí, Sander.

Escucho su risa grave y aterciopelada. No sé por qué, pero acabo sonriendo ante el sonido.

—Vamos a cambiar eso entonces, ¿no?

Pongo los ojos en blanco. La sonrisa no desaparece del rostro de Etham durante todo el trayecto.

Pasamos todas las avenidas residenciales, dónde las calles a esta hora están llenas de niños y padres caminando al colegio o al instituto. Observo todo con cierta nostalgia. Veo cómo una niña se cae el suelo y su madre tarda menos de dos segundos en socorrerla. La niña no deja de llorar y su madre besa sus mejillas, retirándole las lágrimas de la forma más dulce posible.

Siento un pinchazo en el pecho ante la imagen.

Supongo que hay gente que sí sirve para eso y otros no.

En realidad, no me puedo quejar.

Mi padre se volvió todo para mí —lo sigue siendo— y creo que no había mejor persona para ese cargo. Ahora, incluso, está mil veces más implicado con Joan.

—¿A dónde quieres ir? —cuestiona, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos.

—A la playa.

—¿En invierno?

Etham desvía un par de segundos la vista de la carretera y clava su mirada color miel en mí.

—Ajá, ¿por qué no?

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