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ETHAM
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No había dejado de darle vueltas a lo sucedido entre Agatha y yo.

Seguía sin entender cómo acabé de querer aclarar las cosas y sacarla de la reunión, a besarla y acabar acostándonos.

Aunque creo que lo que más me confundía era la necesidad que tenía de querer verla de nuevo.

«Tienes que calmarte» pienso, antes de bajar de mi Mercedes 4x4.

Camino a través del aparcamiento en dirección a la entrada de la universidad. Meto las manos en los bolsillos delanteros del pantalón después de haberme cerrado la chaqueta.

El invierno había aparecido en Summerville con fuerza, consiguiendo que la ciudad soleada estuviese nublada y que las temperaturas bajasen.

Estoy subiendo las escaleras de la entrada del campus cuando me fijo en dos chicos que no despegan los ojos de mí.

Los observo con confusión y las sonrisas en sus rostros simplemente se amplían.

«Esto no me gusta nada»

Uno de ellos se aparta de su amigo y comienza a andar en mi dirección. Siento como todo mi cuerpo se tensa en anticipación. Formo las manos en puños, todavía dentro de los bolsillos. Noto como un músculo se aprieta en mi mandíbula por la fuerza que estoy conteniendo.

Todavía no ha dicho nada y ya sé que lo sea que vaya a decirme no me va a gustar.

«No fallo»

El chico acaba a mí laos.

A pesar de comportarse con altanería, su baja altura no logra amedrentarme del todo.

Con toda la confianza del mundo, me rodea los hombros con su musculado brazo y me doy cuenta de que a pesar de ser bajito, tiene bastante fuerza.

—¿Qué tal, Sandersito? —pregunta con retintín.

Abro la boca para responder, pero él me interrumpe y la vuelvo a cerrar.

—Te vi el viernes pasado en la fiesta...

«No me va a gustar lo que va a decir»

—Ah, ¿sí? Yo no te vi —digo, y me muevo ligeramente, intentando escapar de su musculado brazo.

En su lugar consigo lo contrario. El «musculitos» afianza su agarre en mis hombros provocando que pegue un traspié.

—Te fuiste con la nueva puta del Gran Zuri, ¿follaba bien? Porque no te volví a ver —comenta con diversión.

Siento que toda la sangre de mi cuerpo hierve por la forma en la que se ha dirigido a Agatha.

No sé lo que se piensa, pero ni siquiera yo, que he tenido la estúpida norma de «no acostarme dos veces con la misma» nunca hablé de una chica así.

Dejo de tener las manos dentro de los bolsillos, aunque todavía siguen en puños.

—Sí folla bien, dímelo. Porque estoy interesado en tirármela.

Es la última gota que colma el vaso.

Me deshago de su agarre en mis hombros y antes de que pueda asumir lo que estoy haciendo escucho el crujir de mis nudillos al impactar contra algo.

Sacudo la mano por el ligero escozor que experimento y me fijo en el líquido viscoso y rojizo que tengo en ella, pero no es mía.

Levanto la vista de mi mano y veo como el «musculitos» suelta un escupitajo con sangre en las escaleras blancas.

Opuestos PositivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora