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AGATHA

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Como había acordado con Melania días anteriores, el viernes se presentó de nuevo en la puerta del bloque de mis apartamentos.

Con su actitud de siempre y el casco colgado en un brazo mientras se apoya en la moto mal aparcada. Creo que nunca he visto a Melania aparcando bien su moto. Es como si fuese su firma.

Acelero el paso con la cabeza baja y la capucha cubriendo parte de mi rostro. Esta mañana le dije a mi padre que no pasaría por casa porque tenía que hacer un trabajo y supongo que lo último que se espera es que esté por ahí.

Melania se percata de mis prisas porque rápidamente se pone el casco y se coloca en la moto. Enciende la moto y escucho el rugido del motor cuando la arranca. Los últimos metros que nos separan los acorto corriendo.

Me subo a la moto casi a la misma vez que mi amiga acelera. Saco de forma automática el casco amarillo que tengo guardado en la mochila y me lo abrocho.

Disfruto de todo el recorrido en moto a pesar de no ser yo quién la conduzca.

Nunca pensé que diría esto, pero ir a una velocidad corriente encima de un vehículo de dos ruedas me parece extraño.

No sé cómo expresar lo que estoy sintiendo, pero lo que sí puedo explicar es cómo al girar en una curva, lo único que estoy deseando es que el motor ruja y las ruedas chirríen debido a la velocidad.

Solo pienso en inclinarme tanto en la curva cerrada hasta conseguir que mi rodilla se roce con el asfalto.

Nada de eso ocurre.

Giramos en una última curva antes de comenzar a callejear por una de las zonas que se encuentran a modo de barrera entre la exquisitez de Summerville y la muchedumbre de Downtown.

Un edificio de dos plantas aparece en nuestro campo de visión junto al descampado en el que nos adentramos.

Al igual que Melania hace siempre, aparca su moto en diagonal y se baja sin molestarse en enderezarla. La imito y la sigo hacia el exterior del desértico terreno.

Entramos al edificio y subimos las dos primeras plantas para acabar enfrente de la puerta de su apartamento.

En lugar de sacar las llaves de su pantalón, baja un par de escalones hasta llegar a unas macetas que hay colgadas en las verdosas y mohosas paredes. Prueba con las tres plantas hasta que escucha el tintineo de las llaves metálicas.

—Alterno de maceta y siempre tengo que mirar en las tres porque no me acuerdo después.

Asiento sin saber qué decir sobre eso.

Tampoco tenemos ese nivel de confianza en el qué le pregunto si ha pensado en buscar un mejor escondite o llevarlas con ella a dónde sea que vaya.

El crujido de la puerta envejecida interrumpe mis pensamientos. Melania me cede el paso. Entro.

Sorprendentemente, a pesar del aspecto que tiene el bloque de apartamentos por fuera, el piso de Melania tiene una decoración minimalista y moderna que contrasta exageradamente con todo a su alrededor.

El olor a un ambientador a canela inunda mi nariz. Huele a casa. A acogedor.

—¿Quieres algo para tomar?

—Agua, por favor.

—Elección sana. Me caes mejor —bromea antes de desaparecer por el estrecho pasillo que hay a mi izquierda.

Opuestos PositivosWhere stories live. Discover now