8

2K 221 60
                                    

ETHAM

-8-

El sábado por la noche no tarda en llegar. Voy vestido entero de negro. A pesar de ser de noche, llevo las gafas de sol puestas. La última vez que vine aquí hice lo mismo. Por lo menos podía disimular un poco más mi rostro. A parte de las gafas, llevo una gorra del mismo color que mi conjunto.

Sigo conduciendo entre las calles. En el asiento del copiloto esta Derek, y atrás está Philip que no ha dejado ni un segundo de teclear en su ordenador. Aprieto con más fuerza el volante. Estoy nervioso. La vez que vine las cosas no acabaron muy bien y tengo entendido que de aquel enfrentamiento murió alguien. Aunque sé que no fue mi culpa, no puedo evitar que la culpabilidad apareciese en mí.

Derek me indica de nuevo por donde tengo que dirigirme. Decidimos poner el GPS para no perdernos y llegar a tiempo. Hay dos coches detrás nuestra —más pequeños que el mío, pero del mismo color —, siguiéndonos. Por lo que me ha dicho Philip son por protección. Aquello no me gusta nada, porque si tengo dos coches de protección significa que aquello es más peligroso que una simple carrera de motos. Tiene que haber algo mucho más gordo e iba a acabar descubriéndolo.

Vuelvo a girar en otra calle cuando el jaleo llega a mis oídos. Estamos cerca. Puedo escuchar el suave susurro de los arranques de las motos y la gente gritando y vociferando en contestación.

—Aparca aquí. Vamos andando para no levantar sospechas — indica Derek, en una pequeña calle que pillará a menos de cinco minutos del lugar de encuentro.

Asiento y aparco donde me indica. Salimos del coche, aunque alguien nos detiene.

—¿A dónde os creéis que vais? — pregunta Philip. Nos mira con curiosidad y por primera vez desde que lo conozco ha dejado el ordenador completamente.

—A ver las carreras, ¿a qué hemos venido si no? —cuestiono en respuesta, cuadrando mis hombros. Porque, a fin de cuentas, aunque le tenga mucha estima el jefe aquí soy yo.

—No puedes exponerte de esa forma.

Sin dejarnos decir nada, nos arrastra de nuevo al interior del vehículo. Tiene el ceño fruncido y niega repetidas con la cabeza.

—Por eso he traído esto —dice señalando un maletín plateado.

Lo abre con cuidado y saca un pequeño dron de varias hélices y con dos cámaras: una frontal y otra trasera. Lo observo con curiosidad. Es de color negro y a pesar de parpadear, la luz roja es tan tenue que apenas te puedes dar cuenta. Una sonrisa divertida y triunfante aparece en mi cara.

—¿Que haría yo sin ti? —pregunto sarcásticamente.

Bajo del vehículo para volver a adentrarme en él. Pero esta vez me siento en los asientos traseros. Derek imita mi movimiento.

—Acabarías muerto, hermano —dice con suficiencia junto a una sonrisa ladeada que acompaña sus palabras.

Centra su mirada en la pantalla y en el teclado hasta que mi mirada se centra en el dron. Observo como el pequeño robot volador comienza a vibrar y sus hélices empiezan a moverse.

Philip saca su teléfono, marca el número de alguien y este le contesta a la primera. Le dice que se acerqué al coche y aquella persona no tarda en abrir la puerta trasera, más concretamente la mía. El pequeño salto que meto me deja en evidencia delante de mis amigos. Puedo ver como Derek intenta aguantarse la risa y Philip niega divertido. En mi campo de visión aparece un hombre corpulento y fuerte, ataviado con unas gafas, un pinganillo en su oreja izquierda. Puedo entrever incluso el arma que tiene en la cinturilla del pantalón. Trago con dureza.

Opuestos PositivosWhere stories live. Discover now