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AGATHA
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Parpadeo un par de veces, sin ser capaz de creerme lo que veo.

La melena azabache es más rizada de lo que recordaba. Su tez oscura sigue igual de lisa a pesar de los años y su par de ojos castaños son tan grandes como los míos.

Si no fuese por las ropas elegantes que viste, nadie dudaría que somos madre e hija.

No obstante, ese pensamiento parece tan lejano que resulta surrealista.

Una madre nunca hubiera abandonado a sus hijos y marido sin dar ningún tipo de explicaciones.

Mucho menos hubiese aparecido cuatro años más tarde rodeada de lujos.

No tardo ni un segundo en encajar cada pieza del puzle junta.

«Ginger dijo que su madrastra estaba abajo...»

Ella es la madrastra de ellos.

De Etham. Desvío la mirada de la mujer que me dio la vida —porque el título de madre fue asignado a mi padre cuando ella se marchó — y clavo los ojos en el chico de melena dorada y ojos miel que me observan preocupado.

—¿Lo sabías? —cuestiono con voz temblorosa.

—Ag, yo... es que...

—Lo sabías.

Esta vez no es una pregunta, es una afirmación.

Claro que lo sabía.

«¿Cómo podía estar tan ciega?»

Siento que me tiembla el labio inferior y me lo muerdo, intentando disimular lo afectada que me encuentro.

No dejo de vacilar la vista entre mi madre e Etham.

«¿Por qué no me lo dijo?».

Aunque me gustaría preguntárselo, toda esta situación me sobrepasa.

Sin dirigirle una palabra más, comienzo a caminar lejos de ellos y de su edificio. Rebusco en el bolso hasta encontrar el móvil .

Marco su número de teléfono y espero pacientemente a que descuelgue la llamada. Tras dos bips, una voz grave me saluda.

—¿Puedes recogerme? Por favor —pido en un susurro.

Soy capaz de oír pasos detrás de mí.

No obstante, yo sigo avanzando, imponiendo distancia entre nosotros.

Él es la última persona que quiero ver en estos momentos.

—¿Dónde estás?

—Te mando la ubicación —respondo con voz encogida.

Sé que en cualquier instante me voy a echar a llorar y no pienso hacerlo delante de él.

No soy capaz de quitarme la imagen de los dos. De él siendo consciente de que era mi madre y sin tener el valor para contármelo.

—Agatha...

—¡¿Por qué no me lo dijiste?!

—¡No lo sé! ¿Cómo cojones le digo a la chica con la que estoy saliendo que su madre que la abandonó resulta ser mi madrastra? Explícame cómo lo explico, porque no lo sé.

—¿Sabías que ella era mi madre? ¿Hace cuánto?

—El día que te uniste a Zuri, Hester y mi padre tuvieron una discusión muy fuerte —confiesa.

Sus ojos están teñidos de culpabilidad.

A pesar de que ambos sabemos que lo que quiere hacer es acortar la distancia entre nosotros, se mantiene alejado. Me abrazo a mí misma.

Opuestos PositivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora