Capitulo #30

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Es inevitable reirme —pese a lo serio de la situación en la que me encuentro— cuando una pareja sale del pub a tal punto de enrollarse que parece como si fueran a fornicar frente a Harry y a mi. Esperamos quietos en nuestros respectivos lugares mientras estos se besan de camino a un Ford Mustang.

—¿Y bien?—digo cuando el motor del viejo coche comienza a rugir con un estresante ruido que me apuna los oídos.

Esperamos a que el coche con aquella desesperada pareja se aleje, para así no tener mas interrupciones. Pasados unos tres minutos, Harry cambia de pie con el que se sostiene contra la pared.

—No estoy convencido de esto, Skylar —quita sus manos de los bolsillos para echarse el pelo hacia atrás. A veces pienso que la fuerza y la frecuencia con la que Harry tira de su cabello lo dejara calvo en un futuro.

—Es tu decisión. —digo entre un suspiro. Sus ojos se levantan para encontrarse con los míos por una décima de segundo, pero al instante, los obliga a bajar hacia sus zapatos— Pero no esperes que sea comprensiva si escoges no contarme nunca nada de tu vida, Harry. Si es así optaré por creer a lo que todos me digan sobre ti en el instituto, por mas ridículo que suene.

Asiente apesadumbrada mente.

—Fue hace dos años, en cuarto. —comienza, con la vista fija en sus inquietas manos. Se desliza hacia abajo hasta quedar sentado contra la pared; las piernas dobladas hacia arriba y los brazos extendidos sobre las rodillas— Hacían ya cuatro meses de la muerte de mi madre y sentía que la vida no tenía sentido para mí. Estaba roto. Por ese entonces había comenzado a practicar boxeo con el entrenador Tremwood,  pero como la sala de música estaba aún en construcción, entonces también nos acompañaban los estudiantes de música. Golpeaba ese saco escuchando violines, chelos y trompetas. —Su mirada se desenfoca de repente, como si estuviera viajando a su propio recuerdo— Jade tocaba el chelo. Siempre se le daban solos en las canciones porque era la que mejor lo hacía...tenia cierto porte y elegancia que la convertía en la favorita de la clase...y de mis oídos. Yo me concentraba mejor cuando ella estaba ahí, tocando...Elegié —su voz susurrando con melancolía lo que debe de ser una canción francesa. Noto en sus ojos iluminados por la luz de neón azul que esta sobre su cabeza, la cortina de lágrimas que pugna por salir de sus ojos.

»Un día, Jade se quedó después de clases a practicar. Yo entrenaba para el torneo de boxeo de colegios locales, era mi primer torneo. Tremwood me había ordenado quedarme por lo menos hasta las seis de la tarde dando golpes a ese saco, hasta que sintiera que estaba listo para ganar... pero la verdad es que yo sabía que perdería, porque apenas llevaba tres meses con esos guantes y además, mi confianza rozaba el subsuelo. Estaba tan desesperado y nervioso por el día que llegaría en treinta y seis horas que comencé a dar golpes terribles, en los que me temblaban las manos. Mis nudillos comenzaban a sangrar y me encontraba lejos de estar listo para ganar ese torneo. Entonces ella comenzaba a tocar y...las palpitaciones se normalizaban y todo parecía bien.

»—Te gusta el sonido de los chelos—había dicho a mis espaldas, obviamente consciente del efecto que esa música tenía en mí, pues cada vez que tocaba mi ritmo de golpes se ralentizaba notoriamente—, lo noto en todo tu cuerpo.

—En realidad, me gusta cómo suena el tuyo—le respondí casi inconscientemente, pues estaba tan hipnotizado por su música y sus  facciones suaves, que no podía pensar con claridad.

»Ya no la veras en el instituto, porque obtuvo una beca en Julliard, pero su rostro era... extraño; tenía los ojos pardos como un gato y el cabello más rubio que hayas visto. Tenía muchas curvas, que se asentaban justo con su rostro ovalado. Pero es ello lo que la hacía hermosa. ¿Sabes?—sus ojos se posan sobre los míos— estoy asqueado de los estereotipos de esta sociedad, ¿Qué tiene de sexy un cuerpo todo huesudo y sin carne?

KeeperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora