Capitulo #11

170K 8.9K 2K
                                    

Sky

Lo primero que hago al despertar, es envolverme entre la seda, absorber su aroma a Jazmines tan floral y meter la mano bajo la almohada para sentir al tacto la fotografía de Dean que llevo siempre, solo para recompensar su ausencia.

Lo único que hago al sentir el polietileno áspero junto a mi piel, el olor a desodorante masculino ingresando por mi nariz y una pelusa debajo de la almohada, es horrorizarme.

Abro los ojos de par en par; mi habitación fue reemplazada por un vasto de posters de la espeluznante banda Kiss, con la cara llena de maquillaje y esos... peinados extraños. Hay ropa tirada por todos lados lo cual me exaspera y me dan ganas de hacerle un barrido general a este horrible dormitorio. No alcanzo ni a incorporar me, pues hay una anciana sonriente sentada en la punta de la cama, sosteniendo una bandeja con tostadas quemadas y un café medio derramado. Se extiende por su cara, una sonrisa que revela su dentadura postiza. Me incorporo apoyando la espalda sobre el cabezal de la cama y me encojo, como si de alguna manera el gesto fuera a teletransportarme de nuevo a mi hogar. Ojalá.

No deja de observarme mientras me extiende la bandeja con comida.

-Oh, sabía que despertarías pronto. Creo que son los instintos ancianales -oh, ¿Acaso acaba de inventar la palabra «ancianales»? Su sonrisa es dulce e intimidante al mismo tiempo, pero el hecho de que sea una simple abuela no me tranquiliza-. Te traje tostadas con pan que yo misma horneé esta mañana y café de los que me traje de Venezuela en mi visita la temporada pasada.

Joder, ¿Dónde estoy? Me siento como Hanzel y Gretel cuando ingresan en la casa hecha de comida. Comida, ¿Quién dijo comida?

Cojo la bandeja y la acomodo sobre mi regazo. Mis ojos sin despegarse de los suyos. Tomo la taza con una mano y es entonces cuando reparo sobre el terrible dolor de cabeza que tengo. Le doy un sorbo al café y luego me vuelvo hacia la anciana.

-¿Esta bueno, verdad? -pregunta señalando la taza.

Tengo que obligarme a agitar la cabeza de arriba a abajo; el café está que pela y el sabor es demasiado fuerte para mi gusto. Dejo la taza sobre la bandeja nuevamente y me dispongo a hacerme valer. Tengo que tener una idea de donde estoy. No puedo beber café en esta habitación satánica junto a una abuelita sonriente. Hasta su sonrisa me da escalofríos.

-Disculpe, señora. Quisiera saber dónde me encuentro -su posible reacción me pone los pelos de punta. Sin embargo, se limita a ladear la cabeza con una sonrisa comprensiva.

-Por favor, no te enojes con él -Sus manos posicionadas en forma de ruego. Arqueo las cejas, claramente perdida de la situación, ¿Enojarme con quién? ¿Y porque?-. Es un buen chico y nunca hace estas cosas por nadie.

Entorno los ojos, quizá de esa manera note que no tengo ni idea de lo que está hablando. La manecilla de la puerta se gira y Harry Styles aparece en el umbral de la puerta. Okey, ahora sí que no lo he visto todo.

-Abuela -dice, fulminando a la anciana con la mirada-. Te dije que te mantuvieras ocupada con tus plantas.

La mujer se levanta de un salto de la cama y me guiña un ojo antes de desaparecer por la puerta. Sin decir ni una sola palabra. Me quedo estupefacta mientras Harry camina hacia mi sin observarme a los ojos, con las manos acomodadas en los bolsillos de su pantalón.

Mi mente solo puede decir: ¿Harry? ¿Qué? No entiendo. Y verdaderamente no comprendo ni un ápice de la situación. Solo sé que...que... ¡La fiesta! ¡El violador sangrando en el piso y el chico que tengo al frente con los nudillos ensangrentados!

Los recuerdos surgen lentamente en mi cabeza como un brote de plantas. Aun así, no recuerdo estar yéndome con Harry a su casa. Nada cuerda.

Se sienta tan al borde de la cama, que por un segundo temo que vaya a resbalar y caer al piso, pero posiciona sus largos pies de una forma que lo mantiene equilibrado. Por fin me mira directo a los ojos y lo que noto en su mirada es... ¿temor? ¿Vergüenza? Aún no lo descifro. Junta sus manos sobre su regazo y larga un gran suspiro antes de hablar, como si esto le costara un esfuerzo terrible.

KeeperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora