Capitulo #10

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Harry

Mis puños aterrizan sobre su cara repetidamente; una y otra vez, una y otra vez.

No tengo conciencia para reaccionar ante los gritos desesperados de Skylar que llegan por detrás de mí, pues la ira que llevo por dentro está devorando mis sentidos y concentrándome en romperle cada puto diente a este degenerado.

Casi me conformo cuando la sangre comienza a taparle la cara y entonces freno; este esboza una sonrisa con dentadura completa y es inevitable no acabar con otro golpe en su boca. Tengo los nudillos ensangrentados, pero es lo de menos en este momento.

-Te advertí que podrías hasta morir sin que nadie te escuchase gritar, hijo de puta-le suelto mientras me pongo de pie. Le escupo la cara con ganas. Alguien me empuja hacia atrás por el brazo.

-¡No es necesario que lo mates a golpes, Harry!-exclama Skylar con la cara cubierta de lágrimas. Tiene el maquillaje corrido y el cabello despeinado.

Mi respiración agitada me nubla la vista por unos segundos y al recuperarla, es como si despertara de un trance. Observo primero al idiota tendido en el suelo, que tiene un aspecto demacrado y todavía escupe los dientes que yo mismo rompí, luego a mis manos cubiertas de su sangre-y seguro que de la mía también-. Todo provocado por mí. 
Skylar sigue plantada frente a mí, esperando a que reaccione, pero lo único que puedo hacer es...no lo sé. Ni siquiera yo sé que hacer ahora así que me limito a decir: 
-Él...él intento abusar de ti-mi boca permanece entreabierta y la temperatura de mi sangre fluyendo dentro de mí ha descendido por lo menos quince grados. 
-Lo sé-responde, sus labios temblando aún por la situación. Dirige su mirada al cuerpo del chico y luego clava sus desafiantes ojos azules sobre los míos, que desean más que nada su comprensión-. Pero no es así como se resuelve-lo señala-. No deformándole la cara a puñetazos. 
Su respuesta me desconcierta de alguna forma, dado que acabo de salvarla creo que merezco un reconocimiento. Como mínimo. 
La observo impasible, quizá de esa forma me lea los pensamientos. 
Una chica y un chico cuya cara me suena, irrumpen en la habitación antes de que alguno de nosotros pueda decir algo más. La chica-que parece no haber notado que tiene el labial negro corrido- profiere un grito al ver el cuerpo inconsciente en el piso de tapiz, que ahora lleva una gran mancha roja que quizá no salga con una simple quita manchas. El chico se acerca a este mientras la otra toma a Skylar de los hombros.

-¡Sky! ¿Qué ha pasado? Y... ¿Qué haces tú aquí, con él?-la chica me dedica una mirada recelosa y se vuelve a la otra. No la culpo, pues, quien no sospecharía del loco Harry Styles-. ¿Estás bien? ¡Dime algo! 
-Cálmate Lena-la corta Sky y casi puedo notar que tiene los dientes apretados-. Estoy bien, ahora lo estoy. 
Mi hospitalidad está acabando y temo echarme a andar en cualquier momento. Esto no lo hago por nadie, para aclarar. No hago favores por lo general ni ayudo a los viejos a cruzar por una jodida senda peatonal. Si esto lo contradice, es porque de verdad me causa algo de lástima que la tal Skylar pierda la virginidad de una forma tan traumatizante. Digo, porque con ese aspecto seguro que es virgen. 
Me vuelvo por última vez hacia el chico tendido en el suelo y prometo visitar la iglesia el domingo por la mañana para confesarme. De otra forma, me obligaría Penny, mi jodida abuela católica. 
La tal Lena se lleva a Skylar fuera de la habitación y me deja con el chico hospitalario que ayuda a mi víctima a tomar conciencia. Suspiro del cansancio que me lleva estar en esta fiesta de almas falsas, que me invitan a cortar la torta en mi propia victoria y luego me apuñalan por la espalda con el mismo cuchillo. 
Salgo de la habitación y la música de la fiesta se intensifica a mis oídos. 
Nickelback. Hasta mi cerebro baila. 
Me dirijo a la habitación en la que me encontraba antes de este desastre, con la esperanza de que Lu siga en la cama esperándome. Si, Lu no me tiene miedo. Pero solo porque las prostitutas se acuestan con quien sea. 
Para mi poca sorpresa, la habitación está vacía. Tarde o temprano tendría otro cliente que le ofrezca más que diez dólares. 
Me siento en la punta de la cama, apoyando los codos sobre los muslos y escondiendo la cara entre las manos. No sé por qué estoy aquí.

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