#71

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El porche de su casa.

Ese fue el último lugar en donde yo lo ví y hable con él antes de marcharme y no regresar...hasta ahora. Recuerdo haber intentado caminar hasta mi casa, tal como lo había hecho a la ida, pero mis piernas estaban tan cansadas que tuve que pedir un taxi al llegar a la primera calle transitada. El viaje había transcurrido entre un silencio desgarrador y el correr de mis lagrimas por toda mi cara. El taxista tuvo la oportunidad de ver mis enrojecidos ojos a través del espejo retrovisor, pero sin embargo, se limitaba a observar y seguir conduciendo.

Quien pago la cuenta del movil fue Beth y Robbie fue el primero en preguntar que es lo que estaba mal conmigo. Aunque ya hacia rato que las lágrimas habían cesado, el noto que algo no estaba bien y no dudo en preguntar.

"Es que aún no he podido dormir desde la fiesta" le respondí, lo cual era totalmente cierto, aunque aquel no era el factor principal de mi cara de difunta.

Robbie asintió con la cabeza en un aire de recelo y continuo con su trabajo en la laptop. Supuse que la excusa había sido perfecta.

Obligué a mis piernas a subir escalón por escalón hasta mi habitación, donde me encerré y lloré un buen rato mas.

Fue imposible no observar la ventana del dormitorio sin recordar la noche en que él se metió dentro, cuando en realidad debía encontrarse recostado sobre una cama de hospital. O al ver mi cama, que las imagenes de él enrollado entre las sabanas no llegaran a mi cabeza. Todo él estaba presente en mi cuarto ese día y en mi cabeza también.

Cuando la puerta toco por primera vez, eran las ocho y dieciseis de la noche. Lena entró con dos cafés descartables en un portador de cartón y los dejó sobre mi escritorio, antes de sentarse en la punta de la cama a observarme como si estuviera por morir.

—¿Como estás?—dijo, acariciando mi pierna por encima de la sabana—. No he podido verte desde anoche.

—Hago lo que puedo—asentí con la cabeza, intentando parecer lo mas cuerda posible, aunque por dentro era un reloj descompuesto.

—¿Has dormido?

—Un par de horas.

Ambas permanecimos en silencio por unos instantes.

—Se que no es momento para hablar de esto, pero quiero que sepas que muchas personas dicen de haber visto a Harry antes con una chica "misteriosa" en ese gimnasio del Sparks.

En cualquier otro momento, mis ojos se habrían salido de sus orbitas pero en ese preciso instante, que apenas podia lidiar con mi respiración en mi pecho, me limite a cerrar los ojos y soltar un largo suspiro.

—No me importa. Ahora que ya se que todo fue una mentira no me interesa ni saber cuales fueron sus aventuras antes de aquella noche.

Ella asintio comprensivamente.

—Esta bien—se levanto para coger los cafés que estaban sobre el escritorio y me entrego uno. La puerta toco de nuevo—. Espero que no te moleste tener una compañia mas. Ha insistido.

La puerta se abrió y Louis apareció en la habitación.


Tomo su mano por sobre la cama y con la otra la acaricio; su piel esta inusualmente seca. Las uñas tienen un aspecto desgarbado, pero no mas que el de su pálido rostro. Con el tiempo, lo único que comenzo a perder no solo fue el cabello, sino también las cejas, que ahora pueden describirse como una delgada linea poco poblada que hace de ''paraguas'' a sus ojos oscuros. Aquellos ojos...aquellos ojos que tantas veces me sonrieron, reprocharon y hasta asustaron, ahora permanecen cerrados a causa de los sedantes que se mezclan con su sangre.

KeeperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora