XXIV

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Jingyi se despertó desorientado y muy mareado. El pequeño niño no reconoció el lugar donde se encontraba y algo dentro de él le dijo que estaba en peligro. Y esto se confirmó cuando vio entrar a Lan Xichen por la puerta de la habitación en la que se encontraba.

—Veo que ya estás despierto. —Pronunció el alfa al niño, quien solo observaba sin ninguna expresión a aquel hombre.

—¿Dónde estoy? —Preguntó el niño con cierto miedo en su tono de voz. —¿Dónde están mis padres?

Xichen rió ante la mención de esos dos. —Estás con tu padre, con tu verdadero padre. Tal como debió ser desde el principio. Ahora solo seremos tú y yo para recuperar todos los años perdidos.

Jingyi no dijo nada ante las palabras del adulto. El pequeño claramente entendió la situación: él había sido secuestrado por su propio padre. El pequeño alfa era muy inteligente y podía notar que Xichen no estaba bien, por lo que lo más inteligente, según Jingyi, era seguirle la corriente y a la menor oportunidad escapar o hablarles a sus padres.

Pero Jingyi rápidamente descartó la oportunidad de escapar, ya que aún seguía con su pierna rota y uno de sus brazos también estaba fracturado, lo que hacía casi imposible que escapara. Además, no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba, bien podía seguir en Yiling o estar en otro continente. Así que la única opción que le quedaba era contactarse con sus padres y que ellos lo buscaran.

—Te he traído algo de comer. —Xichen le extendió una bandeja con comida, que a decir verdad lucía muy deliciosa. —Cómetelo todo. Yo saldré por un rato. No intentes hacer nada estúpido. —Y el alfa salió de la habitación, dejando al niño solo con sus pensamientos y el temor de ser alejado de su familia para siempre.

El pequeño fue sacado de sus cavilaciones al escuchar que Xichen hablaba con alguien más afuera de su habitación. Tenía que averiguar con quién estaba hablando el alfa, así que como pudo, se las ingenió para bajarse de la cama sin lastimarse demasiado y arrastrarse hasta la puerta para escuchar la conversación.

—Te vas a quedar con el niño mientras yo salgo a conseguir los boletos de avión. Tengo que desaparecer lo más pronto posible de aquí con el niño. —Decía Lan Xichen.

—¡Yo ya te ayudé a sacar a ese mocoso del hospital sin que nadie se enterara! —La segunda voz era totalmente desconocida para Jingyi. —¡Si alguien llega a enterarse que yo te ayudé y que estás en mi jodida casa me echarán del trabajo!

—¡Cállate, imbécil de mierda! ¡Harás lo que yo te ordene porque para eso te estoy pagando! ¡Una vez me haya marchado de China puedes hacer lo que quieras! ¡Mientras tanto te quedarás aquí y cuidarás del niño! ¿Te ha quedado claro, Su She? —La voz de Xichen producía miedo tanto en el tal Su She como en Jingyi. El hombre solo asintió. —Muy bien. Ahora me marcho. Y mucho cuidado con hacer algo estúpido o dejar que el niño escape o salga de la habitación, porque si algo así pasa me las pagarás.

Y Xichen salió de aquella casa alejada a las afueras de Yiling, dejando a Jingyi solo con su cómplice.

Su She estaba furioso, enojado y con ganas de golpear algo. Maldita la hora en la que aceptó comenzar a ayudar a ese loco de Xichen. Y todo por ser un maldito avaricioso. Su trabajo como enfermero en el hospital de Yiling era algo tedioso y aunque la paga era medianamente buena siempre quería más. Cuando Xichen se acercó a él por primera vez y le dio una cantidad buena de dinero por dejarlo pasar a cuidados intensivos, supo que podía hacer grandes negocios con el tipo. Fue por eso que aceptó ayudarlo a sacar al niñato del hospital, convirtiéndose así en su cómplice.

—¡Maldita sea! —Dijo el hombre en voz alta. —¡Una vez ese cabrón me pague, me iré de aquí! ¡No pienso ir a la cárcel por culpa de ese imbécil!

Heridas de Amor... {WangXian}Where stories live. Discover now