Capítulo 52

173 28 5
                                    

Nueva York, 2000.

La nota final de la última canción se deslizó por la garganta de Clark con un temblequeo nervioso. Era la balada que había interpretado en su prueba para Watkins Records, aquella que inexorablemente trataba de mí —a pesar de que todas las piezas del álbum lo hacían, de alguna u otra manera—, y si bien el verlo tocarla frente a tanta gente me hubiera provocado una gran alteración, esa noche tenía otras preocupaciones.

El concierto fue uno de los más emotivos y sinceros que Clark hubiese ofrecido —los columnistas de los periódicos no se cansaban de alabarlo a la mañana siguiente—, pero Lucy y yo no nos dejábamos embriagar por él. Como dos soldados al pie del cañón, permanecíamos impasibles, nuestras miradas alternando entre los Osborne y Ned. Era difícil seguirle el paso al desgraciado, con lo sutil y listo que era, apareciendo y desapareciendo cuan fantasma. Al final, mientras aplaudíamos, asumimos que si no podíamos verlo era porque ya no estaba allí y nos relajamos.

Clark se tomó un tiempo antes de acercarse. Después de todo, debía guardar sus cosas y lidiar con algunos fanáticos primero, aunque no creo que la presencia de sus padres en el recinto no influyese en su retraso. Cuando emergió de entre los calurosos abrazos de la multitud, estaba blanco como el papel, incluso bajo la luz tenue.

—¿Qué les pareció? —se esmeró en sonreír.

Lucy y yo hicimos lo mismo. El resto, ajenos a lo que sucedía, estallaron en felicitaciones.

—Siempre estás increíble —dijo Hattie.

—Quisiera confirmar eso —una rasposa voz masculina nos sobresaltó.

Clark se dio la vuelta violentamente y los conocedores de la situación completa suspiramos al ver que se trataba de su padre. Sonaba cansado —se notaba que hacía tiempo había pasado su hora de acostarse— y de pie, su estatura parecía infinita. La señora Osborne se sujetaba a su brazo con los enormes ojos de cachorro mirando y pestañeando.

—Papá... —dijo Clark. Por su tono, pudo estar fingiendo sorpresa o haber sido incapaz de sobrellevar sus emociones ahora que estaban frente a frente—. Mamá, ¿qué...? ¿Qué hacen aquí?

—¿Cómo que qué hacemos aquí? —reclamó el padre, aunque su enojo no era más que una simulación humorística—. ¿Acaso no tengo derecho a ver a mi propio hijo?

—Te vimos en la tele, cariño —aclaró ella, alzando el volumen de su pesado acento muy por encima de lo necesario.

—La tía Lottie te vio, en realidad.

—¿La tía Lottie sigue viva?

—Como si fuera tan fácil deshacerse de ella...

—¡Grant! —lo regañó su mujer.

—Maddie, por favor, ese chiste se te ocurrió a ti en el coche...

Cubriéndose la boca con la mano, la señora Osborne se reservó una risita antes de enfocarse en el tema de la charla.

—Bueno, pues la tía Lottie te vio en la tele, ¿sabes? Nosotros estábamos en el jardín porque tu papá se compró ese parrillero nuevo. Oh, lo que él llama «nuevo», que en realidad es ese parrillero que siempre quiso, ¿te acuerdas, tesoro? ¿El parrillero? Lo promocionaba ese chico tan agradable, ¿cómo...?

—Mamá —interrumpió su hijo en tono de advertencia.

—¡Ay, por Dios, déjame hablar! —chilló. A ella tampoco se la oía irritada—. Pues estábamos en el jardín ocupándonos de eso, cuando la tía Lottie sale de casa agitando los brazos como loca, gritando «¡Clark está en la tele, Clark está en la tele!»

Mi amigo Russell (VERSIÓN EDITADA)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ