Capítulo 26

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Nueva York, 1999.

—No, no creo que sea posible —suspiró Lucy, rascándose el lunar de la frente con el meñique.

Ella, Clark y yo estábamos sentados ante la pequeña mesa de su departamento, cerca de la ventana. Afuera estaba nevando y aunque yo tiritaba, ellos parecían acostumbrados a la falta de calefacción. No era nada que una taza de chocolate caliente no pudiera resolver.

—¿Por qué no? —inquirió Clark, quitándome las palabras de la boca mientras sumergía un malvavisco en su bebida.

—Clark, por Dios —se rio ella, incrédula—. ¿En serio crees que esto es una buena idea?

—No creo que sea mala. —Alzó los hombros.

—Mira, Gordon, aprecio lo que intentas hacer, sea lo que sea, pero no sé si...

—Solo piénsalo —le propuse—. Piénsenlo por unos días. La dueña de la galería es mi amiga y está confirmado que puede darles una oportunidad. Solo...

—No estamos buscando oportunidades por el momento.

Clark tomó su taza con ambas manos sin mucha ceremonia.

—Yo sí —comentó, y le dio un sorbo.

Un rastro de chocolate se le dibujó en el bigote, fundiéndose con el color anaranjado de los pocos vellos que nacían allí. Sentí un impulso irrefrenable de limpiárselo y Lucy se me adelantó, sacando una servilleta y pasándosela por encima del labio.

—Es una locura —insistió—. Gordon, no sé si nos has escuchado o si tienes alguna idea de qué tipo de música hacemos en lo absoluto, pero no me parece que nuestro estilo encaje con lo que sugieres.

—Ya está hablado —le recordé—. Debra dice que no hay ningún problema. Ella ha dedicado más de una década a darles visibilidad a artistas no reconocidos. Los ha escuchado e incluso si no lo hubiera hecho, ya le hablé lo suficiente de ustedes. Ella misma dijo que cree que son talentosos.

Lucy dudó. Estaba claro que se debatía entre dos fuerzas poderosas, ambas jalando en direcciones diferentes. Una parte de ella quería confiar en mí y en mis promesas. Esa parte que estaba enamorada de la música y soñaba con el día en que su voz llegara a todo el mundo. Y, aun así, tenía otra faceta igual de importante que siempre iba a jugar en mi contra: la guardiana, la protectora implacable que no la dejaba dar el brazo a torcer. Había herido a uno de los suyos y eso era algo que no podía perdonar.

—Lucy, te garantizo que no habrá inconvenientes. Se trata de una ocasión muy especial a la que asistirá una gran variedad de gente reconocida. Debra incluso habló de un productor musical. Quizás...

—¿Y ahora me prometes un contrato discográfico? —se burló—. Bueno, estoy sorprendida. Clark me dijo que venías de Hollywood, pero jamás mencionó que también fueras uno de esos agentes sin alma que construyen castillos en el aire y...

—Por favor, para —le suplicó Clark, ya harto—. Gordon nos pidió hablar con ambos y hasta ahora solo has hablado tú.

Los ojos de Lucy se enmudeció, sus ojos abriéndose a más no poder. No obstante, rápidamente recobró la compostura y se concentró en su chocolate.

—Lo siento —susurró su amigo, apoyándole una mano en la espalda.

—Está bien —resopló ella. Noté que de nuevo se estaba rascando el lunar—. Es solo que... no es un buen momento. Tenemos un contrato con Arthur por unos tres meses más y la obra de Dion está a la vuelta de la esquina. Además, mis padres esperaban que fuera a pasar las fiestas con ellos...

Mi amigo Russell (VERSIÓN EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora