Ainoah Sellers, mejor conocida como el bicho raro del instituto. Usa ropa ancha, una talla o dos más grande que ella, es tímida y su círculo de amigos lo puede contar con los dedos... Y aun así le sobran dedos. Tiene una voz diminuta que le habla de...
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— Stephen... – Susurro.
Da un paso hacia mi y me toma el rostro entre las manos.
— ¿Por qué no vienes conmigo? O, no sé, pídeme qué vaya contigo, Ainoah.
Es adorable, Stephen es adorable pero por más que quiera no puedo pedirle algo así. Meneo la cabeza y me aparto de su lado, me mira a la espera de una respuesta más clara y yo no se que decirle. No puedo pedirle que venga conmigo o que al menos se quede porque no creo que quiera lidiar con una chica de dieciocho años embarazada, y aparte no es suyo.
— No puedo pedirte eso, Stephen, tu ya tienes planes y no debes de cambiarlos por mi – Murmuró.
— Ainoah, es que no lo entiendes, no me importa – Dice acercándose a mi – De verdad me gustas.
Y en el fondo se que él también me gusta, Stephen se a portado muy bien conmigo en todo momento.
Por una vez en tu vida se egoísta y dile que se quede.
— Y tu a mi pero no puedo pedirte eso.
— ¿Por que no? – Farfulla.
Me quedo callada mirándolo. No se si debería de decírselo, estoy segura que nadie le a dicho mi situación actual, solo mis amigos más cercanos lo saben. Incluso me sorprende que me esté pidiendo esto después de averiguar quien era, lo que hacía y lo que no.
— Porque no puedo – Susurro.
Se cruza de brazos.
— Eso no es una respuesta, dime por que no quieres que me quede contigo.
Me lleva el diablo. Aprieto los dientes ¿por que tiene que hacer todo tan difícil?
¿Por qué tienes que hacerlo tú?
— ¿Es por lo que hacías? ¿Crees que te quiero por eso? – Pregunta en un jadeo.
— ¿Que? No, Stephen, no es por eso.
Ni siquiera se me había cruzado por la cabeza hasta que lo dijo. Stephen ya había dejado en claro que no le importaba y yo le creía.
— ¿Entonces por qué?
— Porque estoy embarazada – Suelto.
No me responde, alzó la mirada del suelo hacia él, me mira con el ceño fruncido y trato de averiguar por su expresión que es lo que está pensando de mí justo ahora. A lo mejor no fue bueno decírselo, se alejara de mi o algo por el estilo.
Parpadea un par de veces y se relame los labios.
— ¿Y crees que eso me importa?
Por un momento creo que no lo he escuchado bien, que mi mente me a engañado y que he escuchado algo erróneo pero cuando me sonríe de medio lado se que no es así. Da un paso hacia mi y me quedo de piedra en mi lugar mirándolo, esperando a que diga que todo es una broma. Me toma el rostro entre las manos una vez más.
