CUATRO

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Estiró mi brazo por encima de la mesa y con la punta de mis dedos tocó la bandeja de Jenell, la escucho bufar

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Estiró mi brazo por encima de la mesa y con la punta de mis dedos tocó la bandeja de Jenell, la escucho bufar. Siempre es tan malhumorada con todos a excepción de Edwin, antes creía que ambos se gustaban y por eso eran uña y mugre, pero ambos son gays y solo son amigos.

Tengo tanto sueño que la mesa me parece cómoda, como una nube. Cierro los ojos y suspiro. No pude dormir anoche porque no paraba de darle vueltas a el tema de Axel, ni tampoco pude dormir el viernes por la madrugada, ni el sábado, todo es una mierda.

Todo esto me está afectando.

Comienzo a arrepentirme de haber creado una cuenta y contenido en Dax. No fue mi mejor idea. Joder quiero golpearme con la pared para ver si mi idiotez desaparece. No tengo otra opción más que aceptar, lo cual es muy jodido.

Todo esto es muy jodido.

— Se me a quitado el hambre – Bufa Jenell.

Alzo la mirada hacia ella, no entiendo por qué siempre está de tan mal humor con todos, parece que nos odia. Pero me vuelvo consciente de que el problema no es conmigo, de que su apetito a decidido tomar sus maletas y largarse por otra cosa. Sigo su mirada hasta el final de la cafetería donde están Halina y Aron.

Halina esta pegada contra la pared y sonríe coqueta mientras Aron pasa sus dedos pos su cabello y mejilla, ambos parecen tortolos enamorados, o una pobre presa y el cazador.

— ¿Te gusta Halina? – Suelto sin siquiera pensarlo.

Arruga la cara, parece que me está apuñalando con la mirada e incluso me está matando de mil y un formas. No dice nada, aparta la bandeja de ella y toma sus cosas para irse. No entiendo por qué es así, quisiera poder leer su mente o que fuera un poco más comunicativa con nosotros.

Noah me mira de reojo antes de pinchar con su tenedor la fruta de su plato.

— Edwin – Chillo sin comprender el comportamiento de Jenell.

— Iré por ella, cariño.

Deja su mochila sobre la mesa y corre tras una muy molesta Jenell, parece una niña caprichosa a la cual no le han dado lo que quería, da pisotones al caminar hacia la salida de la cafetería, se zafa del agarre de Edwin y el trata de tranquilizarla.

— ¿Que he dicho? – Le digo a Noah.

Quizás el entiende más lo que está pasando.

— Ay, mi querida Pinky. Te quiero pero a veces eres muy ciega – Me da unas palmaditas en el hombro antes de levantarse.

Bien, ahora me quedaré sola en esta mesa que antes creía que era una nube y con la mente llena de preguntas sin respuesta. No he dicho nada malo, ¿o si?

Cuando pienso que voy a quedarme sola y ya me estoy haciendo la idea de levantarme e irme a otra parte, Morgan llega y se sienta delante de mi dejando su bandeja caer en la mesa.

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