DIEZ

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Su mano cruza aquella frontera y ardo por su tacto

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Su mano cruza aquella frontera y ardo por su tacto. Me pega a su cuerpo y yo dejo caer mi cabeza en su hombro. Acaricia uno de mis pechos y yo gimo por acto reflejo.

No, no, Ainoah, no.

Siento su aliento en mi cuello y me estremezco, el mundo pierde enfoque por unos segundos que parecen ser eternos. Estoy en desacuerdo conmigo misma, parte de mi quiere que continúe tocandome pero la otra, la que lo aborrece, me grita que me aparte y lo eche a patadas de aquí.

El deseo es mucho más grande que mi odio hacia el; las ganas de tenerlo cerca son mucho más grandes que las diminutas ganas de querer empujarlo lejos de mi.

Se siente bien, se siente de maravilla y no quiero que pare. Nos miramos en el reflejo del espejo, mi cuerpo entra en calor con el apretón que hace en mi pecho. Acerca sus labios a mi hombro y lo miró con deseo. Me sonríe de forma perversa y lo único que hace es pasar la punta de su nariz por mi piel haciéndome jadear.

— ¿Tienes idea de cuanto me pone verte vestida así, Bella genio? – Susurra.

Por dios, Ainoah, reacciona.

Meneo la cabeza en respuesta, se la respuesta pero me hago la tonta. Con su mano libre me toma de la cintura y pega mi cuerpo todavía más al suyo, siento su evidente ereción en mi trasero y jadeo.

— ¿Yo hice eso?

Se le dibuja una sonrisa divertida en los labios.

—No trates de mostraste inocente para mi, Ainoah.

Y antes de poder hablar su mano se introduce en mis bragas. Aplano los labios para no gemir, porque soy consciente de que estamos en imso vestidores. Las preguntas que tenía acerca de su repentina aparición en mi vestidor se esfuman al sentir sus dedos dentro de mí.

Mis piernas se vuelven un flan ridículo. Quizá soy un cubito de hielo en un día caluroso de verano, y Axel es el sol. Me derrito en sus brazos por su tacto. Besa mi cuello, la piel expuesta de mis hombros y da mordiscos y succiona mi piel.

Joder, no, un chupeton no.

Dentro, fuera, dentro, fuera, se siente de maravilla y ya no puedo contener los gemidos, su mano cubre mi boca ahogando cualquier sonido y esto solo logra que la situación sea más placentera.

Manos sobre mi, dedos que me tocan, dedos que me llevan al borde del paraíso... O quizás al infierno, no estoy segura pero no hago más que anhelar quemarme en aquel infierno, estaría encantada de arder con tal de estar entre sus brazos, con sus manos sobre mi piel.

Agua bendita contigo e iglesia

La tensión en mi vientre crece con cada segundo que pasa, con cada penetración de sus dedos.

De pronto se detiene, saca su mano de mis bragas, justo en el momento en el que sentía el orgasmo arroyador que iba a proporcionarme sus dedos. Parpadeo confundida y lo miró a través del espejo. El agarre de su mano en mi boca desaparece y me siento abandonada.

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