Capítulo 20

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Lo que parecía un día como cualquier otro estaba a punto de cambiar. Los problemas acechaban como lobos hambrientos por su presa, listos para atacar. Las dos chicas bromeaban como colegialas, contando anécdotas de su infancia a orillas de la piscina ajenas a la tormenta que se aproximaba a toda velocidad. Cuán difícil le resultaba a Clarissa avanzar camino a la felicidad. En cada paso que daba a un futuro próspero, demonios del pasado la hacían regresar al inicio... al inicio de todo ese caos que trataba de ocultar a toda costa.

Su querida nana las llama a almorzar y se  disponen a cumplir obedientes.

El olor a macarrones con queso invadía las fosas nasales de Clarissa y aplaudía  agradecida de probar comida casera. Su nana hacía los mejores macarrones del mundo, los cuales degustaba gustosa. Clarissa vivía orgullosa de todo lo que aprendió desde pequeña, gracias al amor y cuidado incondicional que recibió, más que una empleada, la mujer ante sus ojos era su segunda madre.

Florencia la adoraba y extrañaba verla revoloteando con sus libros por la casa. Su mirada era del más dulce de los afectos.  No había tenido hijos y ya con sus sesenta y dos años de edad reconocía que le habían mandado a su niña para alegrar su vida, antes monótona y sin sentido. 

- Coman despacio, la comida no va a desaparecer - las regaña con tono de reproche.

- Está deliciosa señora Florencia- la halaga Valerie con la boca atiborrada de comida.

  - Gracias niña Valerie - responde sincera.

Mientras ellas disfrutaban de las delicias preparadas. A escasos pasos de su puerta se encontraba el plato fuerte del día, y no se trataba, precisamente, de alimentos.

El timbre suena y capta la atención de todos los presentes en la cocina. Era raro recibir visitas a esas horas.  Las personas acostumbraban  avisar antes de aparecer así de la nada en la casa de la  familia Mendoza.

Jackson entra a paso decidido a la estancia y todos voltean a verlo expectantes a una explicación por su parte. Muy pocas veces el chófer del señor Gael hacía acto de presencia dentro de la casa, solo acudía a esta por órdenes estrictas de su jefe, y esta vez no era diferente la situación.

- Buenas  tardes señoritas - pronuncia para las curiosas miradas.

- Hola Jackson ¿que te trae por aquí?- pregunta Clarissa.

- Su padre me ha encargado llevarle unos papeles de estricta urgencia, pero están en su caja fuerte a la cuál yo no tengo acceso alguno. Requiero de su ayuda en este momento.

Clarissa gesticula afirmativamente y poniéndose de pie va derecho al despacho de su padre, además de este, ella era la única que conocía la clave para acceder a la caja fuerte.

El chófer la sigue cauteloso a su espalda. Ella se adentra en la habitación mientras él espera afuera.

El color marrón y rojo resaltan por el lugar. Es más de lo mismo en toda la casa, el estilo colonial  predominaba hasta en el más recóndito de lo rincones. Lo único llamativo en ese despacho, era la maravillosa pintura de dos metros de altura que se observaba tras el escritorio junto a un estante de libros que llegaba casi al techo. Los dientes blancos rodeados por unos labios no muy carnosos, sino, más bien demasiados finos  para resaltar, era lo que más destacaba a simple vista. La vitalidad de aquella mujer era fácil  de percibir. Cuanto había perdido el mundo con aquella trágica muerte. Una señora dedicada a su familia, ocupada en brindar amor y en servir honradamente a la sociedad. Era hermosa en todo su esplendor, los ojos negro y el azabache de sus cabellos fue algo que cedió a su única descendencia.

Pobre chica, sus ojos brillaban ante la majestuosidad que tenía en frente. Se acercó a la pintura, pasando sus pequeños dedos de forma tierna sobre esta. Cerró los ojos y su mente voló a aquel último año en que habían viajado a México, precisamente a Cancún. Allí habían sido tan felices hasta que todo se derrumbó.

Bajo Un Manto De Emociones (En Proceso) #PBDWhere stories live. Discover now