Capítulo 31 "No te creo"

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El trayecto a casa es agotador, no paro de recordar los golpes en el cuerpo de Mauro. El dolor que reflejó su cara cuando toqué sus costillas y la roja cicatriz de su labio. No puedo evitar culparme una y mil veces por esto, pero sobre todo a mi padre. Él ha ocultado cosas realmente peligrosas y estoy dispuesta a hacerlo hablar. Estoy harta de ser la chica ingenua, que vive en una burbuja donde otras personas reciben los golpes que tienen como destino mi cuerpo.

Bajo del coche tomando el bolso que contiene el celular y las llaves de la casa. Rebusco dentro de esta y el temblor en mis manos por la rabia me impiden hallarlas. Toco el timbre como si no perteneciera a este lugar y Florencia me recibe. Automáticamente que ve mi estado se aflige preguntando cómo me encuentro.

- ¿Dónde está papá?- pregunto sin rodeos.

- ¿Pasa algo mi niña? estás muy alterada - le imploro con la mirada que responda a mi pregunta y lo hace - Está en su cuarto.

- Gracias.

Ante todo no olvido mi educación y no pagar platos rotos con quien no lo merece. Voy hacia las escaleras mis pasos son tan rápido que casi caigo al suelo, giro a la derecha llegando al pasillo que lleva a su habitación. Toco de manera insistente, pasan unos segundos que parecen eternos y quita el seguro de la puerta. Entro sin siquiera mirarlo y me poso en el centro del lugar con los brazos cruzados y mostrando mi mejor cara de enfado.

- ¿Hasta cuándo va a ser esto papá? ¿Hasta cuándo las personas van a morir por mi jodida culpa? - digo con voz ronca - Mi madre murió por defenderme, ahora Mauro recibe una golpiza que casi le impide caminar y tú continúas sin decir una mierda de por qué me quieren matar.

- Es... es complicado hija - hace una pausa - crees que quería que le hicieran daño a tu madre. Esa mujer fue el amor de mi vida, la única persona que me aceptó con mis virtudes y defectos. Ella estuvo ahí cuando más la necesité, me dio  cariño y amor sin esperar nada de regreso. Me atrapó con su mirada dulce y arrebatadora, sencillamente perfecta. Pero la vida se encargó de arrebatármela cruelmente. Y yo... yo solo la jodí. Todo este maldito tiempo he estado muerto por dentro, su partida se llevó todo el amor que podía dar. He intentado ser fuerte por ti, porque eras lo más preciado para ella y tú fuiste lo único que dejó. Cada día me recuerdas más y más a ella, son tan parecidas una a la otra, mismo pelo, ojos, carácter. Es una dolorosa tortura todo esto.

- No tenía ni idea de que te sintieras así - es doloroso escuchar eso de su boca.

- Pero es mi culpa, yo recibo lo que merezco.

- ¿De qué hablas? Nadie merece ser infeliz, nadie.

- Yo sí, yo sí porque yo la asesiné...¡maldita sea!

Sus palabras impactan como espada desgarrando mi alma. En sus ojos veo la culpa que hasta hace minutos veía en los míos. Su boca emite jadeos desesperados. Intenta tocarme desesperadamente pero yo solo puedo apartarme asustada. Esto es demasiado para mí, sencillamente ya rebasa los límites de la capacidad comprensiva de mi cerebro.

- No te creo - murmuro.

- Esas personas querían dañarme a mí, como yo lo hice con ellos.

- Eso es mentira, tú no le harías daño a nadie. Eres una buena persona, mi padre, el hombre más comprensivo y amoroso del mundo. Quien me abrazaba cuando tenía pesadillas en la noche. Fuiste tú quien me sostuvo cuando quise tirar todo a la basura y solo morir del dolor. ¿Qué pasó con el Gael que yo necesitaba?¿Dónde está  el hombre que daba todo por su familia y nada lo destrozaba?

- Murió - me grita.

Es la primera vez que lo hace en mis 18 años. No me quedan fuerzas para llorar, solo tengo rabia hacia el ser derrotado que veo ante mí.

- Me desepcionas - su cara pasa del dolor al terror pero se recomponer al instante.

- No puedo hacer nada contra eso.

- Sí puedes, solo tienes que decirme la verdad. El motivo de estos ataques hacia mí, denunciar a la policía.

- Una vida, ese es el motivo - no me mira, solo aprieta sus brazos en puños - Eres lo único bueno que ha salido de mí y no voy a dejar que te pase nada aunque mueran millones por defenderte.

- Eso es muy egoísta de tu parte.

- Puede ser, pero aún así no me arrepiento. A partir de ahora tendrás dos guardias de seguridad que te cuidarán. Tienes prohibido salir de casa sin ellos. Se encargarán de llevarte a la universidad o a donde quieras. Te quiero alejada de lugares solitarios, siempre acompañada. ¿Está claro?

- Eso es tan injusto.

- No me importa, sé que te recuperarás de esa maldita enfermedad. Estaré aquí para cuidarte no te dejaré ir. Eres mi niña, no te tocarán, nada te separará de mí.

Aún hay algo que ronda mi mente y necesito que al menos eso responda.

- ¿Por qué no recordaba lo que pasó?

Eso parece tomarlo por sorpresa. Se sienta a orilla de la cama y coloca los brazos tras su nuca.

- Luego del as... eso. Sufriste  un trauma que te impedía recordar todo lo ocurrido durante esa semana. Los psicólogos me advirtieron que los recuerdos llegarían con el tiempo, pero que si eras atendida con un especialista podrían lograr que ocurriera antes.

- Pero nunca recordé, hasta ahora.

- Con respecto a eso; nunca fuiste atendida. Estabas sufriendo por Laurent y creí que ya era suficiente de eso. Te dije que había muerto debido a la enfermedad y te lo repetí tantas veces (el hospital, los doctores no pudieron hacer nada y luego el cáncer fue el culpable) eso repetía. Tu cerebro se encargó de crear imágenes de ese momento confirmando mi testimonio. No puedes criticar a un padre que quiere lo mejor para su hija. Lo que nunca esperé es que justo ahora recordaras.

- Nunca pensaste en esa posibilidad y en las consecuencias de tu mentira.

- Es cierto, pero lo volvería hacer otra vez. Si por mi fuese nunca te hubieras enterado.

No quiero escuchar nada más. Necesito asimilar toda esta información. Lo dejo solo con sus engaños y parto hacia el jardín trasero.

Ya no tengo ganas de caminar, me pesan las piernas y siento la debilidad en mi huesos cuando intento cruzar mis brazos por el azote del viento frío en mi cuerpo. Voy hacia donde están las flores y me siento junto a los tulipanes. Las flores favoritas de mamá y las mías. Ella me enseñó a plantarlas, merecen un cuidado exquisito y que requiere de mucha delicadeza. Estas son moradas, las que más varían por el mundo. Por eso me sorprendió tanto cuando Mauro me regaló  una negra. Son tan difíciles de hallar, yo lleveba años intentado encontrarlas y nunca lo hice.

Odio ser débil.

Justamente así me siento como una indefensa liebre en medio del bosque, lista para ser atrapada por los ambrientos zorros. Temblorosa, con pánico a ser devorada. Acaricio los suaves pétalos y me acerco para impregnarme del sutil olor. Mi rabia se disipa por fragmentos. Tomo respiraciones profundas pero me cuesta respirar, me duelen todos los huesos casi no puedo moverme sin quejarme. Observo de forma borrosa mis manos y pequeños puntos rojos encuentro en ellas. Intento no moverme a toda costa, quiero gritar pero no tengo suficiente fuerza.

Tienes que levantarte Clarissa.

Escucho mi conciencia regañarme y ejecuto su orden, lástima que dentro de mis planes no estaba que mis pies tropezaran haciendo que impacte contra el suelo. Siento escalofríos y me retuerzo incómoda.

Siento pasos acercarse pero no sé de quién se trata. Me levantan rápidamente del suelo y me cargan como una bebé. Me aferro a los brazos que me sostienen intentando no desfallecer.

- Lo siento.

- ¿Por qué te disculpas? Esto no es tu culpa.

- Lo siento -vuelvo a repetir.

Reconozco la fragancia del hombre que me lleva a cuesta.

Siempre estás cuando más te necesito...

Bajo Un Manto De Emociones (En Proceso) #PBDWhere stories live. Discover now