Capítulo 4

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Abby Thompson acaba de llegar a la estación de St. Pancras, tras unas tres horas aproximadamente en tren. El trayecto de Broadchurch hasta Londres es demasiado largo para ella. Ha salido esta misma mañana, pues no se encontraba con ganas ni con ánimos de viajar el día de la vista. No es que haya podido echarse una cabezadita en el tren, puesto que se encontraba revisando el caso nuevamente, apuntando aquellos datos curiosos que pudieran interesar a su jefa y compañera, Sharon Bishop. Llevan trabajando años ya codo con codo, y Abby sabe perfectamente que, si encuentra una prueba o testimonio, e incluso un mínimo indicio factible para desestimar la acusación, e intentar ganar el caso —no importa lo que tengan que hacer para lograrlo—, Sharon estará más que dispuesta a representar a Joe Miller.

Mientras sube las escaleras que salen de la estación, Abby nota que su teléfono móvil empieza a vibrar. Hace equilibrismos con la mano izquierda, sujetando en ella su maletín, en cuyo interior lleva sus documentos, y bolsa de viaje, donde lleva algunas cosas esenciales además de la toga y la peluca. En su brazo derecho por su parte, lleva su bolso particular colgado del hombro. Ni que estuviera haciendo una función de circo... Rebusca en su chaqueta con su mano derecha, logrando encontrar el dichoso teléfono de las narices. De todos os momentos en los que podía llamar Sharon, tiene que ser ahora precisamente, cómo no. Es la reina de la puntualidad británica. Le dijo la noche anterior, cuando abordó el tren, que llegaría sobre las 11:02h, y es exactamente a la hora que ha llamado a su teléfono. Suspira pesadamente al contestar.

—Sí, lo siento, estoy a dos minutos —menciona nada más escuchar las quejas de Sharon acerca de su impuntualidad. ¿Qué quiere que haga? ¿Azuzar al maquinista solo porque ella es perfecta en todos los sentidos? Es una obsesa del control. Rueda los ojos ligeramente—. Increíble —decide contarle lo sucedido en el tribunal—: tres horas de ida y tres de vuelta, trabajando por el camino, estudiando de noche en el peor hotel del mundo, ¡y ese tipo decide cambiar de opinión y declararse no culpable una vez sentado en el banquillo! —despotrica sin control, caminando hacia la agencia de Sharon. Por suerte está cerca de la estación, así que no tiene que pasear demasiado por las bulliciosas calles londinenses. Los tacones que lleva son una afrenta a la comodidad, después de todo...—. ¿Necesitamos leche? —cuestiona de pronto, rememorando que, cuando salió ayer de la oficina, su compañera se quejaba de que solo quedaba un cartón.

Una vez se ha pasado por el supermercado más cercano, comprando una botella de litro y medio de leche desnatada —¿por qué no? Además, la leche entera solo tiene grasas, y no les conviene a ninguna empezar a engordar—, la joven abogada de cabello corto y castaño llega al bufé de abogados de Sharon. Solo tienen alquilada una planta entera de un edificio, pero es suficiente por ahora. No es que tengan mucho personal por los recortes que han sufrido, pero por lo menos pueden ganarse bien la vida.

En cuanto pasa el umbral de la puerta principal, llegando a la entrada, donde se encuentra la sala de espera, con paredes blancas y suelo de madera clara, se encuentra a Sharon. La mujer afroamericana de ojos castaños y cabello moreno está vestida con su habitual atuendo: una camisa blanca de manga larga, una falda lisa negra —no de tubo—, medias y zapatos de tacón negros. Es definitivamente elegante. Tiene en sus manos dos bolsas de basura, las cuales deja en el suelo de forma poco ceremonial. Por lo visto, están llenas de bártulos de oficina a juzgar por el ruido que hacen al impactar contra la madera. Abby mira sorprendida a su amiga, jefa y compañera de profesión.

—¡Fuera lo viejo! —dice Sharon en un tono aliviado, como si estuviera deshaciéndose de una pesada carga.

—¿En serio estás limpiando?

—¿Qué crees que hago? —cuestiona Sharon, encaminándose hacia el despacho particular de Abby, con la castaña siguiéndola—. ¿Dónde están las bolsitas de té?

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora