Capítulo 32

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Ricky Gillespie es escoltado por una patrulla policial encabezada por Tess Henchard hasta la comisaría de Broadchurch. Una vez allí, se sienta en la sala de interrogatorio número tres, frente al Inspector Alec Hardy y su subordinada, la Sargento Ellie Miller. La otra compañera del escocés, la Sargento Coraline Harper, se mantiene a la escucha, siendo testigo de este interrogatorio desde la sala de observación, justo junto a la sala de interrogatorios. La mentalista es consciente de que su adorado jefe necesita que anote y apunte cada análisis que realice del comportamiento de Ricky, a fin de contrastarlo posteriormente con sus respuestas, para así, comprobar la veracidad de su confesión. No van a permitir que se salga de rositas.

—Tenemos una idea muy clara de lo que sucedió aquella noche —comienza la Sargento Miller en un tono factual, habiendo colocado bajo sus antebrazos, en la superficie de la mesa, una carpeta con varios archivos en su interior, facilitada por Cora, quien tras el interrogatorio de Claire, se ha pasado varias horas revisando algunos registros.

—Pero queremos que nos lo diga usted —intercede Hardy, con las manos entrelazadas sobre la superficie de la mesa, advirtiendo por el rabillo del ojo cómo la abogada de Ricky escribe en su bloc de notas, dejando constancia de cada palabra por escrito—. Sabemos que mató a Lisa —asevera sin contemplaciones, en un tono brutalmente factual—. ¿Pero dónde enterró su cuerpo? —el hombre trajeado de cabello rubio apenas parece inquietarse.

—Sin comentarios.

"No está tan tranquilo como parece. Hay un leve tic nervioso en sus ojos, que intenta disimular, pues sus párpados superiores no dejan de intentar cerrarse nerviosamente: tiene miedo de enfrentar las consecuencias, y está decidido a erigir unos muros tan fuertes como el hormigón, pero por fortuna, Alec y Ellie sabrán derribarlos", analiza rápidamente la mentalista desde la sala de observación, antes de contemplar cómo el rostro del hombre que ama se contrae en un gesto lleno de desagrado.

—No, no, no, no —la negación de Hardy corta el silencio rápidamente—. No haga eso —le advierte, antes de intentar serenar su ánimo, pues no le conviene alterarse en este momento—. Cate se cargó su coartada hace semanas —le informa en un tono férreo, habiéndose endurecido levemente—: dijo que no lo vio en la boda durante algunas horas, porque dio por hecho que se estaba acostando con una de las damas de honor, Tiffany Evans —el rostro de Ricky se desencaja momentáneamente, siendo algo que la mentalista apunta en su bloc de notas electrónico, advirtiendo además que desvía la mirada hacia abajo a la derecha, indicando que está recordando algunas sensaciones de aquella noche—. Pero hemos hablado con Tiffany, y lo ha negado.

"Sonríe con nerviosismos y tirantez en las comisuras: sabe perfectamente que lo hemos pillado, pero aún se resiste a confesar la verdad. Aún se resiste a aceptar por completo la realidad, y su participación y culpa en lo sucedido a su hija y sobrina", reflexión para sus adentros la analista del comportamiento, habiéndose cruzado de brazos al otro lado del cristal de observación.

—Y mi compañera, la Sargento Harper, y yo, hemos estado investigando mucho, a todas las empresas de taxis de la zona —apostilla Ellie en un tono sereno—. Y desgraciadamente para usted, la empresa que lo llevó a casa aquella noche, tiene sistema informatizado —la voz de la sargento de cabello castaño y rizado poco a poco empieza a recuperar su habitual disposición centrada y firme, desvelando los datos y los hechos de forma pausada y clara—. Guardan los registros —comenta, antes de sacar uno de los registros de la carpeta que su buena amiga de ojos cerúleos le ha entregado hace un rato, colocándolo sobre la superficie de la mesa, acercándoselo a Ricky Gillespie para que lo vea—. Los detalles de los viajes, las horas, los pagos... Todo.

—Sin comentarios.

—¿¡En serio!? —ahora la voz de Alec resuena como un huracán que se ha topado con una tormenta eléctrica. Está empezando a encolerizarse por su poca cooperación, de modo que decide convertir este asunto en algo personal. Quizás así, consiga derribar esa barrera que ha erigido—. Mi hija tenía la misma edad que Pippa cuando ocurrió —a cada palabra, su tono se eleva, mostrándose su indignación y su frustración, guardada hace años en su interior—. Me identifiqué con usted: sabía cómo se sentía —Ricky tiene su mirada azul posada sobre el inspector escocés, quien tanto intentó ayudarlos—. No podía decepcionarle: ¡eso es lo que pensaba! —respira acompasadamente, contando en su fuero interno hasta diez con el fin de no soliviantarse más de la cuenta, aunque por su periferia puede ver que Miller parece igual de molesta y cabreada que él—. ¡Dos años, sin olvidarlo! Casi muero por esto, ¿¡y dice que no tiene nada que comentar!? —ya no es solo la rabia y la frustración que le ha generado el caso de Sandbrook desde sus inicios la que habla, sino la rabia y la impotencia que ha acumulado desde que ha escuchado el veredicto de no-culpabilidad de Joe Miller—. ¿Hay algo más que quiera contarnos? —el hombre trajeado de cabello y vello facial castaños finalmente baja el tono, obligándose a serenarse, posando sus ojos pardos en el hombre que tiene frente a él.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Where stories live. Discover now