Capítulo 17

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Unas dos horas más tarde, tras haber sido ingresada en una habitación, la analista del comportamiento está respirando acompasadamente gracias a una cánula nasal de oxígeno. Se encuentra actualmente recostada en una cama con sábanas blancas. Los aparatos, conectados a la vía en su brazo izquierdo, monitorizan su pulso. El hombre de delgada complexión se encuentra a su lado, sentado en una silla, esperando algún cambio en su estado. Aún le palpita el corazón con fuerza en el pecho. Un miedo atroz lo atenaza: nada más ingresarla, el doctor que ha atendido a Lina les ha indicado a Tara y él que, en caso de que la presión y el enfrentamiento tan directo con el trauma haya provocado daños internos en el cerebro, podría ser posible que recayese en la catatonia, y, por tanto, que no despertase en mucho tiempo. Entrelaza sus dedos frente a su boca, y por primera vez, el escocés reza. Reza porque la mujer que adora no quede inconsciente. Reza porque se recupere. Reza porque pueda volver a caminar bajo el sol a su lado.

Se sobresalta al sentir una mano en su hombro: es Tara Williams.

—Te he traído un poco de tila, cielo —comenta la mujer algo entrada en años con un tono amigable, sin dejar de lado su evidente preocupación por su hija. Ha recordado que su hija le ha mencionado en múltiples ocasiones antes que su compañero adora esa bebida.

—Gracias —Alec toma la taza en sus manos temblorosas.

—Saldrá de esta —asevera la mujer con confianza—. Lina es muy fuerte —el escocés debe admitir en su fuero interno que está de acuerdo con ella. La fuerza de voluntad que demuestra la chica es digna de admiración—. Sabía a lo que estaba exponiéndose al declarar. Pero así es ella... Tenaz hasta el final. Dispuesta a hacer lo que sea por la justicia.

—Sí... Aunque eso la meta en problemas —el hombre trajeado se permite sonreír ligeramente, provocando que la mujer con cabello canoso comparta su misma sonrisa.

—Pero la queremos igual. Por muchos problemas en los que se meta —sugiere Tara con una sonrisa enternecedora, y el hombre de delgada complexión no puede evitar estar de acuerdo con ese predicamento—. En el pasillo me he cruzado con el doctor —le confiesa, y la atención de Hardy se despega de su protegida, posando sus ojos castaños en ella—. El escáner del cerebro de Lina no indica que haya hemorragias internas o lesiones cerebrales. Sus constantes son estables, y tras un examen físico y neurológico para comprobar sus respuestas, me ha indicado que, con total seguridad, no se encuentra catatónica, y despertará en unas pocas horas.

Alec suspira aliviado, dejando caer su frente en su mano izquierda, mientras que con la otra aún sujeta la taza de plástico que contiene la tila.

—Menos mal... —es lo único que puede murmurar, sintiendo que el alivio lo recorre de pies a cabeza—. Tara, no tiene por qué permanecer aquí —comenta de pronto, y la contempla observarlo con una ceja arqueada. Se apresura en rectificar sus palabras—. Quiero decir, después de lo sucedido en el tribunal, estoy seguro de que necesitará descansar. Yo puedo quedarme aquí y vigilarla —añade, y para su sorpresa, la madre de su protegida esboza una sonrisa llena de dulzura. La reconoce al momento: es la misma sonrisa que ha visto esbozar tantas veces a Lina—. La mantendré al tanto de todo. Se lo prometo.

—Eres muy considerado, Alec —sentencia la amable mujer, suspirando pesadamente. Considera su ofrecimiento por unos minutos antes de asentir con la cabeza—. Creo que será lo mejor, dadas las circunstancias: tengo mucho en lo que pensar —admite, antes de tomar su bolso en sus manos.

"Y quién no, después de semejante sesión en el juzgado", piensa para sí mismo el hombre.

—Me aseguraré de traer el coche de Lina hasta aquí —lo informa Tara en un tono más tranquilo—. Seguramente querrá darse el alta en cuanto despierte.

La Verdad tras la Justicia (Broadchurch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora